DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO NOBEL POR AUNG SAN SUU KYI,
Concedio desde 1991
(17/06/2012)
Sus Majestades, sus Altezas Reales, Excelencias, Distinguidos miembros del Comité Noruego Nóbel, Queridos Amigos
Hace muchos años, en ocasiones me parece que fue hace muchas vidas, estaba en Oxford escuchando el programa radiofónico Desert Island Discs con mi joven hijo Alexander. Era un programa muy conocido (hasta donde sé todavía continúa) al que gente famosa de diversos caminos era invitada a hablar sobre los ocho discos , el libro que aparte de la Biblia y las obras completas de Shakespeare y el tema seleccionado que quisieran tener consigo si estuvieran aislados en una isla desierta. Al finalizar el programa que ambos disfrutamos, Alexander me preguntó si yo pensaba que alguna vez me invitarían a hablar en Desert Island Discs. “¿Por qué no?” respondí a la ligera. Como él sabía que sólo ciertas celebridades formaban parte del programa continuó preguntando con interés genuino porqué pensaba que podría ser invitada. Lo pensé por un momento y contesté: “Tal vez porque habré ganado el Premio Nobel de literatura” y ambos reímos. La idea era muy agradable pero muy poco probable.
(No recuerdo por qué di esa respuesta, tal vez porque había leído recientemente un libro escrito por algún ganador del Premio Nobel o porque el invitado al programa de ese día era un escritor famoso.)
En 1989, cuando mi difunto esposo Michael Aris vino a verme durante mi primer arresto domiciliario, me dijo que un amigo, John Finnis, me había nominado para el Premio Nobel por la Paz. En esta ocasión también reí. Por un instante Michael pareció sorprenderse. Después comprendió porqué la idea me había divertido. ¿El Premio Nobel de la Paz?” Un agradable prospecto pero ¡bastante improbable! Así que cómo me sentí cuando realmente me concedieron el Premio Nobel de la Paz? Esto me lo han preguntado en diferentes ocasiones y ésta es seguramente la ocasión más apropiada para examinar lo que significa para mí el Premio Nobel y lo que significa la paz para mí.
Como ha dicho repetidamente en distintas entrevistas, escuché la noticia de que se me había otorgado el Premio Nobel de la Paz en la radio un atardecer. No fue tanto una sorpresa ya que había sido mencionada como una de las favoritas para el premio en varios noticiarios a lo largo de la semana previa. Mientras escribía esta presentación he intentado con mucho interés recordar cuál fue mi reacción inmediata al anuncio de que se me había otorgado el premio. Creo pero ya no puedo estar segura de que fue algo como: “Oh, así que decidieron dármelo a mí”. No parecía muy real porque en cierto sentido yo misma no sentía ser muy real en ese tiempo.
Frecuentemente, durante mis días de arresto domiciliario tenía la sensación de no ser ya parte del mundo real. Había la casa que era mi mundo, el mundo de otros que tampoco eran libres y que estaban también prisioneros formando una comunidad, y también estaba el mundo de los libres; cada uno era un planeta diferente siguiendo su propio y separado curso en un universo indiferente. Lo que hizo el Premio Nobel fue lanzarme nuevamente al mundo de otros seres humanos afuera del área aislada en la que yo vivía para restaurar un sentido de realidad en mí. Esto no sucedió instantáneamente, por supuesto pero según pasaban los días y los meses y llegaban por las ondas noticias sobre las reacciones al otorgamiento del premio comencé a entender el significado del Premio Nobel. Me había hecho real una vez más; me había lanzado a una comunidad humana más amplia. Y más importante aún, el Premio Nobel había atraído la atención del mundo a la lucha por la democracia y los derechos humanos en Birmania (Burma) . No seríamos olvidados.
Ser olvidados. Los franceses dicen que partir es morir un poco. Ser olvidado también es morir un poco. Es perder algunos de los nexos que nos atan al resto de la humanidad. Cuando he conocido trabajadores migrantes y refugiados durante mi reciente visita a Tailandia, muchos gritaban: “No te olvides de nosotros!” Querían decir: “no olvides nuestra situación , no olvides hacer lo que puedas para ayudarnos, no olvides que también nosotros pertenecemos a tu mundo.” Cuando el Comité del Nobel me otorgó el premio, estaban reconociendo que los oprimidos y aislados de Birmania también formaban parte del mundo, estaban reconociendo la calidad única de su humanidad. Así que para mí, recibir el Premio Nobel, significa personalmente aumentar mi interés por la democracia y los derechos humanos más allá de las fronteras nacionales. El Premio Nobel de la Paz abrió una puerta en mi corazón.
El concepto birmano de paz puede ser explicado como la felicidad que surge del cese de factores que militan contra la armonía y la integridad. La palabra nyein-chan se traduce literalmente como la frescura benéfica que viene cuando se extingue un fuego. Los fuegos del sufrimiento y las luchas atacan alrededor de todo el mundo. En mi país las hostilidades no han cesado en el norte, al oeste la violencia ha causado muertes premeditadas y varios asesinatos ocurrieron tan sólo unos días antes de que yo iniciara el viaje que me ha traído hasta aquí hoy. Las noticias sobre atrocidades en otros puntos de la tierra abundan. Los reportes sobre el hambre, enfermedades, desplazamientos, desocupaciones, pobreza, injusticias, discriminaciones, prejuicios, fanatismos están al día. Por todos lados existen fuerzas negativas que socavan los fundamentos de la democracia. En todos los sitios se puede apreciar el desperdicio de recursos humanos y materiales necesarios para la conservación de la felicidad y armonía en nuestro mundo.
La Primera Guerra Mundial representó un aterrorizante desperdicio de juventud y potencial, un cruel derroche de las fuerzas positivas de nuestro planeta. La poesía de esos tiempos, tiene un significado especial para mí porque la leí por primera vez en un tiempo en que tenía la misma edad que muchos de esos jóvenes que se vieron obligados a enfrentar el prospecto de marchitarse antes de siquiera haber florecido. Un joven norteamericano que peleaba con la Legión Extranjera Francesa escribió antes de ser muerto en acción en 1916 cuando encontraría la muerte: “en una fraccionada ladera de una montaña tiroteada” “a media noche en algún pueblo en llamas”. La juventud y el amor muriendo para siempre en intentos sin sentido de capturar sitios sin nombre y que no son recordados. Y ¿para qué? Casi cien años después todavía no hemos encontrado una respuesta satisfactoria.
¿No somos culpables aunque en un grado menos violento de indiferencia, descuido, imprevisión respecto de nuestro futuro y nuestra humanidad? La guerra no es el único terreno en el que matamos a la paz. Siempre que se ignora el sufrimiento existirán las semillas del conflicto, ya que el sufrimiento degrada y amarga y enfurece.
Un aspecto positivo de haber vivido en aislamiento fue todo el tiempo que tuve para pensar sobre el significado de las palabras y preceptos que sabía y había aceptado a lo largo de mi vida. Como Budista, sabía de dukha, generalmente traducido como sufrimiento, desde que era una niña pequeña. Casi diario la gente mayor y en ocasiones no tan mayor, murmuraban a mi alrededor “dukha, dukha”, cuando tenían dolores o sufrimientos o pequeños contratiempos. Sin embargo fue hasta los días de mi arresto domiciliario que investigué sobre la naturaleza de los seis grandes dukha. Éstos son: ser concebido, envejecer, enfermar, morir, ser apartado de aquellos a quienes amamos y verse forzado a vivir cerca de aquellos a quienes no amamos. Examiné cada uno de los seis grandes sufrimientos no en un contexto religioso sino en el contexto de nuestras vidas comunes, cotidianas. Si el sufrimiento era una parte inevitable de nuestra existencia, deberíamos tratar de aliviarlo tanto como fuera posible en las formas más prácticas a nuestro alcance. Husmeé todo lo que pude sobre la eficacia de programas ante y post natales y sobre cuidados maternos y del bebé; sobre los recursos adecuados para la población de personas mayores, de los servicios de salud integral, sobre los cuidados humanitarios de enfermeras y hospicios. Me intrigaron de manera particular las dos últimas formas de sufrimiento: verse alejado de aquéllos a quienes amamos y verse obligado a vivir cerca de aquellos a quienes no amamos. ¿Qué experiencias habrá tenido nuestro señor Buda en su propia vida que tuvo que incluir estas dos situaciones entre los grandes sufrimientos? Pensé en los prisioneros y en los refugiados, en los trabajadores emigrantes y en las víctimas del tráfico humano en esas grandes masas de desarraigados de la tierra que han sido arrancados y arrojados lejos de sus hogares, separados de familiares y amistades, forzados a vivir sus vidas entre extraños, no siempre bienvenidos.
….el desprecio hacia los derechos humanos y la ignorancia de los mismos ha dado como resultado actos de barbarie que ultrajan la consciencia de la humanidad y el advenimiento de un mundo en el que los seres humanos puedan disfrutar de libertad de expresión y creencias, y estar libres de temores ha sido proclamada la aspiración más alta para el común de la gente,
…es esencial, si los hombres no deben verse obligados a llegar al último recurso de la rebelión en contra de la tiranía y la opresión, que los derechos humanos se protejan por ley…
Si se me pregunta por qué peleo por los derechos humanos en Birmania, los pasajes anteriores dan la respuesta. Si se me pregunta porqué peleo por la democracia en Birmania, es porque creo que las instituciones y prácticas democráticas son necesarias para garantizar los derechos humanos.
A lo largo del año pasado ha habido señales de que los esfuerzos de quienes creen en la democracia y los derechos humanos empiezan a dar frutos en Birmania. Ha habido cambios en dirección positiva; se han dado algunos pasos hacia la democratización. Si aconsejo un optimismo cauteloso no es porque carezca de fe en el futuro sino porque no quiero promover una fe ciega. Sin fe en el futuro, sin la convicción de que los valores democráticos y los derechos humanos fundamentales son no únicamente necesarios sino posibles en nuestra sociedad, nuestro movimiento no habría podido sostenerse a lo largo de los años de destrucción. Algunos de nuestros guerreros han caído en el puesto, otros han desertado, pero la parte medular de ellos ha permanecido fuerte y comprometida. A veces, cuando pienso en los años que han pasado, me sorprende que tantos hayan permanecido firmes bajo las circunstancias más adversas. Su fe en nuestra causa no es ciega, se basa en las claras afirmaciones de sus propios poderes de resistencia y en un profundo respeto hacia las aspiraciones de nuestro pueblo.
Es debido a los cambios recientes en mi país que estoy con ustedes ahora; y estos cambios se han dado porque ustedes y otros amantes de la libertad y la justicia han contribuido para el camino hacia una toma de consciencia sobre nuestra situación, global. Antes de continuar hablando sobre mi país me gustaría hablar sobre los prisioneros de consciencia. Todavía hay muchos de ellos en Birmania. Se teme que dado que los más conocidos de ellos han sido liberados, el resto, los desconocidos sean olvidados. Estoy aquí porque yo misma fui una prisionera de consciencia. Mientras me ven y escuchan por favor recuerden la verdad que he repetido frecuentemente: un solo prisionero de consciencia en un prisionero de más. Quienes aún no han sido liberados, quienes no han tenido acceso a los beneficios de la justicia en mi país son muchos más que uno. Por favor recuérdenlos y hagan todo lo necesario para que sea efectiva su liberación incondicional lo más pronto posible.
Birmania es un país compuesto por muchas nacionalidades étnicas y la fe en su futuro sólo puede fundamentarse en un verdadero espíritu de unión. Desde que logramos la independencia en 1948, nunca ha habido un momento en que se haya podido decir que todo el país estuviera en paz. No hemos sido capaces de desarrollar la confianza y entendimiento necesarios para eliminar las causas del conflicto. Surgieron esperanzas debido al cese al fuego sostenido entre 1990 y 2010 cuando éstas cayeron en unos pocos meses. Un solo movimiento descuidado puede acabar con ceses al fuego de larga duración. En los meses recientes, las negociaciones entre el gobierno y las fuerzas de los gobiernos étnicos han progresado. Esperamos que los acuerdos de cese al fuego llevarán a acuerdos políticos fundamentados en las aspiraciones del pueblo y el espíritu de unión.
Mi partido, La Liga Nacional por la Democracia, y yo misma, estamos listos y deseosos de jugar el papel que nos corresponda en el proceso de reconciliación nacional. Las reformas puestas en práctica por el gobierno del Presidente U Thein Seins pueden sostenerse sólo con la cooperación inteligente de todas las fuerzas internas: los militares, nuestras nacionalidades étnicas, partidos políticos, los medios, las organizaciones de la sociedad civil, la comunidad empresarial y sobre todo, el público en general. Podemos decir que la reforma es efectiva sólo si mejora la vida de las personas y en este sentido la comunidad internacional juega un papel vital. El desarrollo y la ayuda humanitaria, los acuerdos bilaterales y las inversiones deberían coordinarse y calibrarse para asegurarse de que se promueva un crecimiento social, político y económico, balanceado y sustentable. El potencial de nuestro país es enorme; debería ser nutrido y desarrollado para crear una sociedad no sólo más próspera sino una más armoniosa y democrática en la que nuestra gente pueda vivir en paz, seguridad y libertad.
La paz en nuestro mundo es indivisible; en tanto las fuerzas negativas se llevan lo mejor de las positivas en todas partes, todos estamos en peligro. Se puede cuestionar si es posible que todas las fuerzas negativas sean removidas. La respuesta sencilla es: “No!” está en la naturaleza humana albergar tanto lo positivo como lo negativo. Sin embargo también está en la naturaleza humana la capacidad de reforzar lo positivo y minimizar o neutralizar lo negativo. La paz absoluta en el mundo es una meta inalcanzable pero es una meta hacia la que debemos dirigirnos con la vista fija en ella tal como el viajero en el desierto fija su vista en la estrella que lo guía y le llevará a la salvación. Aun si no alcanzamos la paz perfecta en el planeta, ya que la paz perfecta no es de este mundo, nuestros esfuerzos comunes para alcanzar la paz unificarán a los individuos y a las naciones en confianza y amistad y ayudarán a que la comunidad humana sea más segura y amable.
Usé la palabra “amable” después de pensar deliberadamente en ella; puedo decir que es el resultado de una deliberación cuidadosa de varios años. De los aspectos dulces de la adversidad, y permítanme decirles que no hay muchos, el más precioso de ellos es la lección que aprendí sobre el valor de la amabilidad. Todas las muestras de amabilidad que he recibido, pequeña o grande, me han convencido de que nunca puede haber demasiada amabilidad en nuestro mundo. Ser amable es responder con sensibilidad y calor humano a las esperanzas y necesidades de otros. Aun el toque de amabilidad más breve puede iluminar un corazón duro. La amabilidad puede cambiar la vida de las personas. Noruega ha mostrado una amabilidad ejemplar al ofrecer un hogar a los desplazados de la tierra ofreciendo un santuario a quienes han sido arrancados de las amarras de seguridad y libertad de sus tierras de origen.
Hay muchos refugiados en todas las partes del mundo. Cuando estuve recientemente en el campo de refugiados de Maela en Tailandia, conocí a muchas personas comprometidas que luchaban diariamente para hacer que la vida de sus semejantes fuera tan libre de penalidades y privaciones como fuera posible. Hablaban de su interés por los “donadores de fatiga”, lo que podría traducirse como “Compasión por la fatiga”. “Donadores de fatiga” se explica por sí mismo como la reducción de fondos. “Compasión por la fatiga” es un concepto menos obvio en cuanto a la reducción de interés. Uno es consecuencia del otro. ¿Podemos ser tolerantes con la compasión por la fatiga? El costo de satisfacer las necesidades de los refugiados es mayor del costo implicado si fuéramos indiferentes o ciegos respecto de sus sufrimientos. Apelo a los donadores de todo el mundo para que satisfagan las necesidades de esta gente, aunque frecuentemente pueda parecerles que se trata de una búsqueda vana, de un refugio.
En Maela sostuve valiosas discusiones con oficiales tailandeses responsables de la administración de la provincia de Tak donde se encuentran éste y otros campos. Me familiarizaron con algunos de los problemas más serios relacionados con los campos de refugiados: violación de las leyes de forestación, uso ilegal de drogas, bebidas alcohólicas, problemas para controlar la malaria, tuberculosis, fiebre del dengue y el cólera. Las preocupaciones de la administración son legítimas al igual que las de los refugiados. Los países receptores también merecen consideración y ayuda práctica para lidiar con las dificultades derivadas de sus responsabilidades.
En última instancia nuestra meta debería ser la creación de un mundo libre de desplazados, de quienes no tienen hogar y de quienes han perdido las esperanzas; un mundo en el que cada uno de sus rincones sea un verdadero santuario donde los habitantes sean libres y puedan vivir en paz. Cada pensamiento, palabra y acción que se sume a lo positivo y a la integración es una contribución a la paz. Todos y cada uno de nosotros somos capaces de contribuir de esta forma. Unamos nuestras manos para tratar de crear un mundo donde podamos dormir en paz y despertar felices.
El Comité para el Nóbel concluyó su declaración el 14 de Octubre de 1991 con estas palabras: “Al otorgar el Premio Nóbel de la Paz… a Aung San Suu Kyi, el Comité Novel Noruego desea honrar a esta mujer por sus esfuerzos incansables por mostrar su apoyo a todas las personas que alrededor del mundo están luchando para alcanzar la democracia, los derechos humanos y la conciliación étnica con medios pacíficos.” Cuando me uní al movimiento democrático en Birmania nunca se me ocurrió que podría ser receptora de algún premio u honor. El premio por el que trabajábamos era una sociedad libre, segura y justa en la que nuestra gente fuera capaz de realizar todo su potencial. El honor recayó en nuestros esfuerzos; la Historia nos ha dado la oportunidad de ofrecer lo mejor de nosotros a una causa en la que creemos. Cuando el Comité Nobel decidió honrarme, el camino que había escogido libremente fue un camino a seguir menos solitario. Por estoy doy las gracias al Comité, al pueblo noruego a todos los ciudadanos en el mundo cuyo apoyo ha reforzado mi fe en la búsqueda común de la paz. Gracias.
Traducción libre realizada por María Teresa Doring
Julio 2012, México, D.F.