miércoles, 26 de febrero de 2020

AMLO, ¿socialista del siglo XXI? (Humberto Beck, 2020)

AMLO, ¿socialista del siglo XXI?

Hasta ahora, el Gobierno del presidente mexicano se ha mostrado bastante apartado de los proyectos de izquierda que marcaron a Latinoamérica durante los últimos 20 años

López Obrador durante su campaña en 2018. Ampliar foto López Obrador durante su campaña en 2018. Héctor Guerrero


El triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente de izquierda en la historia de la democracia mexicana, ha canalizado, por lo menos hasta ahora, una buena parte del descontento que en el resto de América Latina han generado las deudas políticas y sociales acumuladas tanto por la era neoliberal como por los límites y contradicciones de los regímenes bolivarianos. Este descontento se ha manifestado visiblemente mediante la reciente ola de protestas, movilizaciones y estallidos sociales que han marcado la vida política de la región durante el último año.


En este contexto, vale la pena retomar la interpretación, por parte de algunos observadores, acerca de la posibilidad de que la llegada de AMLO al poder en México podría significar nada menos que una suerte de reactivación del ciclo político progresista de la “marea rosa” y su proyecto de construir un “socialismo del siglo XXI”. Protagonizado en la primera décadas del siglo por los regímenes bolivarianos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, pero también en cierto sentido por los gobiernos de izquierda de Brasil, Argentina y Uruguay, todos estos proyectos políticos compartieron de alguna manera una misma voluntad de reinterpretar las premisas del proyecto histórico del socialismo, pero adaptándolas a las condiciones del presente y a la situación de América Latina. Pero, en el caso de AMLO, ¿qué podría significar tal reactivación? ¿Y en qué sentido el programa del presidente mexicano podría considerarse, o no, una nueva versión de esa tarea de actualización política y económica de los ideales socialistas?

Al tratar de responder estas preguntas, un hecho resalta de inmediato: por diversas razones, resulta difícil clasificar a AMLO dentro de la perspectiva bolivariana. En lo que va de su administración, iniciada a finales de 2018, López Obrador ha favorecido una lógica de gobierno que ha estado alejada tanto de políticas de nacionalización de la economía como de posturas antiimperialistas militantes, ambos rasgos distintivos que caracterizaron a los regímenes de la “marea rosa”. AMLO ha adoptado en realidad ideas muy diferentes de las bolivarianas, tales como su defensa de la “austeridad republicana” (los recortes a los sueldos y gastos de la burocracia del sector público) como medio para financiar nuevos programas sociales, o su esfuerzo por preservar ciertos pilares del proceso de integración asimétrica de México con Estados Unidos (otorgando prioridad al sostenimiento del acuerdo de libre comercio con ese país) o incluso crear unos nuevos (como lo ha sido la adopción de una política migratoria punitiva y alineada con los intereses norteamericanos).

Más aún, el proyecto de López Obrador se ha mostrado, hasta ahora, bastante apartado de los rasgos más rescatables del legado de la “marea rosa”, como podrían ser, por ejemplo, el reconocimiento desde las instituciones democráticas de la pluralidad étnica y cultural de los pueblos latinoamericanos (el caso de Bolivia), la afirmación constitucional de la naturaleza como sujeto de derechos (el caso de Ecuador, cuya constitución consagró esta idea que podría ser la base de una nueva ecología política) y, especialmente, la búsqueda de una sinergia positiva entre el Estado y los movimientos sociales.

AMLO no representa entonces una nueva encarnación del “socialismo del siglo XXI” en un sentido bolivariano. Y habría que agregar que este sentido de la expresión está ahora ya caducado, como lo demuestra el hartazgo social frente a los fracasos de los gobiernos bolivarianos en las naciones que han tenido gobiernos de ese signo político. No obstante, dado el creciente ascenso de la desigualdad y la llegada de nuevas formas de exclusión ocasionadas por el cambio tecnológico y la globalización, hay una cuestión de fondo que sigue siendo relevante: ¿cuáles podrían ser los contornos de un socialismo “del siglo XXI”, es decir, uno que fuera realmente contemporáneo? Y aterrizando esta cuestión en la circunstancia latinomericana actual, ¿en qué medida las ideas y políticas de una figura como AMLO podría contribuir a la revitalización de ese proyecto?

Sin duda, un aspecto fundamental de cualquier programa para un socialismo contemporáneo debería ser la articulación de una postura frente a los flujos económicos globales y sus consecuencias en la sociedad. En esta área, la propuesta de AMLO se podría describir, en términos generales, como una reivindicación de la dimensión nacional de la política y la economía. Esta reivindicación se ha expresado en el plan de acelerar el crecimiento y la redistribución de la riqueza mediante medidas como el estímulo de la demanda interna, el fomento de la soberanía alimentaria y energética y la generación de redes de protección social, sobre todo mediante programas de transferencia de efectivo a grupos vulnerables. En el contexto de una globalización que ha relativizado la capacidad de acción de los gobiernos nacionales, con efectos muchas veces destructivos, políticas de este tipo sin duda pueden representar una opción legítima y contribuir a generar una sociedad más igualitaria. Sin embargo, y debido precisamente a la naturaleza internacional ineludible de una parte fundamental de los procesos económicos, este tipo de medidas son probablemente insuficientes para la reformulación de una nueva versión del socialismo adaptada a las condiciones del presente.

Esta insuficiencia hace resaltar una de las principales debilidades del proyecto del presidente mexicano: la ausencia de un discurso internacional. Como es bien sabido, AMLO ha insistido en repetidas ocasiones que “la mejor política exterior es una buena política interior”, pero en un mundo globalizado esta postura tiene límites evidentes. Si bien se puede contribuir a una sociedad más incluyente mediante políticas internas, lo cierto es que el efecto de largo plazo de esas políticas va a ser siempre incompleto si no se complementa con respuestas propiamente globales a los problemas de desigualdad. De hecho, la falta de una conciencia internacional por parte de López Obrador podría ser lo que explicaría, por ejemplo, el hecho de que su gobierno ha buscado no la ruptura sino la continuidad de los acuerdos de libre comercio con Norteamérica creados y negociados por los gobiernos neoliberales anteriores. A falta de un discurso propio, crítico, de izquierda, sobre lo global, AMLO se ha visto condicionado a heredar y mantener las políticas del pasado.

En el mismo sentido, la administración de López Obrador no ha mostrado interés en lo que debería ser uno de los aspectos esenciales de un auténtico y efectivo socialismo contemporáneo: la creación de una nueva infraestructura de instituciones regionales y globales que puedan contribuir a la puesta en práctica de políticas para afrontar los actuales desafíos transnacionales, como la desigualdad económica, la regulación de las tecnologías digitales o la crisis climática. Desde esta perspectiva, ¿qué podría significar entonces el anuncio hecho por AMLO acerca de que su gobierno representa el “fin de la era neoliberal”? Es difícil proclamar algo así si las políticas en el ámbito nacional no están acompañadas de políticas internacionales que aspiren a ser efectivas en el ámbito global, que es precisamente el espacio en el que se mueve el neoliberalismo y que lo hace tan difícil de regular o controlar.

De hecho, dada su importancia regional, con un gobierno de izquierda México podría tomar el relevo en uno de los proyectos más llamativos de la izquierda latinoamericana reciente: la construcción de nuevas instituciones internacionales (como lo fueron en su momento los foros y organismos de integración latinoamericana), e incluso llevarlo más allá, hacia una propuesta de reforma de las organizaciones internacionales ya existentes o la creación de nuevos institutos globales de cooperación en ámbitos como la regulación de las agencias calificadoras o el combate a la evasión fiscal. El fin del ciclo de la “marea rosada” ha puesto al gobierno de AMLO en un lugar que parece no querer ocupar: el de un liderazgo progresista internacional, una dimensión indispensable en un momento como el actual en el que la naturaleza de los problemas demanda inevitablemente ese tipo de aproximación.

Otra área en la que el gobierno de AMLO carece de una perspectiva realmente crítica e indispensable para la articulación de un socialismo adecuado a las demandas de la actualidad es el medioambiente. Muy alejado del impulso a las energías renovables o de iniciativas más radicales y novedosas para conciliar el bienestar colectivo con la preservación de la naturaleza y la igualdad social (como el decrecimiento o el “Green New Deal”), el proyecto de López Obrador ha puesto más bien el énfasis en una serie de “megaproyectos” de impacto ambiental incierto y probablemente nocivo, como el Tren Maya y el Corredor Transístmico. También ha hecho un particular hincapié en la explotación de los combustibles fósiles –los más contaminantes– mediante la construcción de nuevas refinerías y la entronización de Pemex, la compañía petrolera nacional, como “motor económico de México”. Una parte de estos planes se han justificado apelando a la lógica de la soberanía energética. Y, aunque ciertamente no se puede ignorar la geopolítica de la energía, muchos menos se puede ignorar la catástrofe climática y la probable contribución de estos proyectos a su intensificación.

Finalmente, un aspecto adicional y en especial inquietante del gobierno de AMLO es lo que por momentos parece ser un marcado desinterés por los movimientos sociales. Como lo muestra su rechazo a recibir y dialogar con los representantes de la Marcha por la Paz, la reciente movilización de las víctimas de la violencia encabezada por Javier Sicilia y Julián LeBarón, López Obrador parece mantener en ocasiones una actitud de indiferencia, incluso desdén, frente al activismo social independiente. El lopezobradorismo parece no darse cuenta de que el triunfo democrático de un proyecto político de izquierda no tiene por qué implicar una pausa del dinamismo cívico ni de la autonomía de los movimientos sociales como generadores de nuevos temas, demandas y horizontes. Y es que, para tener éxito en tanto gobierno de izquierda con ambiciosos proyectos igualitarios, para llegar a acercarse a la propuesta de un socialismo verdaderamente contemporáneo, el proyecto de AMLO en realidad precisa de más, y no menos, exigencias y apremio por parte de la sociedad.


Humberto Beck es profesor e investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Es autor de Otra modernidad es posible: el pensamiento de Iván Illich y co-editor de El futuro es hoy: ideas radicales para México. Su libro más reciente es The Moment of Rupture: Historical Consciousness in Interwar German Thought. @humbertobeck


jueves, 13 de febrero de 2020

[ppierre] Medios de desinformación (coronavirus)

Medios de desinformación


05/02/2020
Con el ‘coronavirus’ hemos llegado a lo máximo. Las informaciones internacionales están controlada por menos de 10 agencias de prensa, la mayoría en Estados Unidos, financiadas por la industria militar norteamericana… En Ecuador los medios de comunicación opositores al gobierno han sido cerrados por el Estado: Radio Pichincha de la prefectura de Quito resiste a las presiones. Las demás radios opositoras brillan por su ausencia. Y ni hablar de la televisión basura que es pan cotidiano. ‘Telesur’ una cadena latinoamericana en Venezuela ha sido borrada de los ‘combos’ que ofrecen la TVCable. ¡Rafael Correa ha sido sacado de Facebook! Estamos en una dictadura disfrazada donde el presidente no tiene ni 10% de opiniones favorables. ¿Adónde van a parar los centenares de millones que recibe el gobierno del Fondo Monetario Internacional? Nos quedan las informaciones por internet, por ejemplo “RTenespañol” y, por celular, las redes sociales, con su lote de noticias falsas y de comentarios ‘basura’.
Lo que llena las pantallas en estas semanas es la epidemia del ‘coronavirus’, inventado en Inglaterra y cultivados en los laboratorios de los grandes países para preparar guerras químicas, tal como fue el caso de la vaca loca, también en Inglaterra, la gripe aviaria, el ébola… Logran meternos medio y mantenernos atentos al número de muertos y de contaminados que aumentan ‘peligrosamente’, mientras se silencia que 300,000 personas, sobre todo niños, mueren de hambre cada día (según información de la OMS, Organización Mundial de la Salud).
Curiosamente han desaparecido de nuestras pantallas las protestas juveniles en innumerables países de todos los continentes, cuando continúan en Chile, Colombia, Honduras, Puerto Rico, Brasil... por hablar sólo de nuestro continente. Nos desvían la atención de las destrucciones ambientales en crecimiento constante en la Amazonía. Siguen terribles los incendios en Australia, pero ¿quién informa que va a pasar lo mismo en otros países por el calentamiento global?
Las noticias del pedofilia en la Iglesia católica siguen bastantes presentes, para contrarrestar las denuncias del papa Francisco, por ejemplo, sobre el crimen de la producción de armas nucleares. El futbol y la chismografía de estrellas prefabricadas llenan también nuestras pantallas para hacernos olvidar la falta de empleo, la mala calidad de los centros de salud, los bajos salarios, los despidos… Se sigue hablando de las violentas protestas de los Indígenas cuando fueron pacíficas y donde fallecieron a lo menos 11 personas… para distraernos del fracasado diálogo del gobierno con la CONAIE y de la búsqueda de los responsables de los muertos.
Falacias y mentiras son nuestro pan cotidiano que crean individualismo, desinterés, desconfianza, racismo, agresividad… Destruyen poco a poco los valores que nos hacen dignos y grandes. Nos quieren controlar la mente y los pensamientos para que no analicemos de donde provienen tantas riquezas en manos de unos pocos y porque crecen las desigualdades y la pobreza en nuestro país. Nos quieren pasivos e ignorantes para que creamos en la bondad de un sistema montado sobre la corrupción, la traición y el despojo.
Más que nunca es en organizaciones que logramos construirnos en humanidad, fraternidad y justicia. “El Reino es de los valientes”, decía Jesús de Nazaret como también: “Si me han perseguido, también los perseguirán a ustedes”. Pero, “¡Ánimo: he vencido e mundo!” de la maldad y de la mentira. “¡Todo lo hago nuevo!” si se unen para seguirme. La solución y la felicidad están en las relaciones humanas, renovadas, constantes, activas, liberadoras. Nosotros, los pobres organizados y los que nos hacemos pobres con ellos, somos la solución.

lunes, 3 de febrero de 2020

El Papa a los enfermos: "recuerden que Jesús mira con ternura la humanidad herida"

El Papa a los enfermos: "recuerden que Jesús mira con ternura la humanidad herida"


Mensaje del Papa para la XXVIII Jornada Mundial del enfermo
03 enero 2020


De cara a la XXVIII Jornada Mundial del enfermo, que se celebrará el 11 de febrero y que lleva como título «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»; el Papa Francisco lanza un mensaje de aliento para todas las personas que padecen enfermadades y para las familias que los sostienen: "en Jesús encontraréis la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros”, afirma el Santo Padre.
Ciudad del Vaticano
El viernes 3 de enero de 2020 el Papa Francisco dio a conocer su mensaje para la XXVIII Jornada Mundial del enfermo que se celebrará como es habitual el 11 de febrero y que lleva como título el pasaje del Evangelio según san Mateo capítulo 11 versículo 28: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré».
El Santo Padre recuerda que estas palabras pronunciadas por Jesús “indican el camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a quienes están cansados y fatigados”, ya que “expresan la solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre”.

Jesús no descarta a nadie

Al respecto, Francisco subraya que, en esta Jornada Mundial, Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, “a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados” ya que ante la fragilidad, el dolor y la debilidad, “el Hijo de Dios no impone leyes sino que ofrece su misericordia, Jesús mira la humanidad herida”, sin descartar a nadie y lo hace siempre con ternura.
En este sentido uno podría preguntarse ¿por qué Jesucristo nutre estos sentimientos? El Papa responde: “porque él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre”.

Los enfermos necesitan una curación integral

Por otra parte, en su mensaje el Pontífice menciona algunas de las formas graves de sufrimiento que padecen millones de personas en todo el mundo: enfermedades incurables y crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de la vejez; y pone en guardia sobre la carencia de humanidad que a menudo se percibe en estas circunstancias.
Por eso, Francisco afirma que resulta necesario “personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar”, para lograr una recuperación humana integral, ya que el enfermo además de recibir los tratamientos adecuados para combatir su enfermedad, espera también recibir apoyo, solicitud, atención… "en definitiva, amor”, sin olvidar tampoco que detrás de cada persona enferma hay una familia “que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía”.

"Vengan a mí los que estén cansados y agobiados"

Y en medio de este sufrimiento, el Obispo de Roma señala que precisamente los enfermos son llamados de forma especial por Jesús ya que están considerados particularmente entre aquellos “cansados y agobiados”, a quienes el Maestro dice «Venid a mí». “En Él –continúa explicando el Papa- “efectivamente, encontraréis la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros”.
Asimismo, el Sucesor de Pedro dedica unas palabras especiales a los médicos, enfermeros, personal sanitario y administrativo, auxiliares y voluntarios que trabajan procurando alivio a los hermanos enfermos.

El sustantivo persona está antes que el adjetivo enferma

«Cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo “persona” siempre está antes del adjetivo “enferma”, por lo tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible».
De ahí que el Papa haga hincapié en que la vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina, puesto que así “lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida”. 
Igualmente Francisco dedica un pensamiento especial al personal sanitario y a los centros que se ocupan de atender a los enfermos en países de guerra en los que "el poder político también pretende manipular la asistencia médica a su favor", sin olvidarse de los pobres que "no tienen la posibilidad de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza" y agradeciendo a los voluntarios "que se ponen al servicio de los enfermos con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano".

Llamamiento a los gobiernos: no desatender a los enfermos

En este contexto, el Pontífice hace un llamamiento a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del mundo, "a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico que conlleva la enfermedad". 
"Encomiendo a la Virgen María, Salud de los enfermos, a todas las personas que están llevando el peso de la enfermedad, así como a sus familias y a los agentes sanitarios. A todos, con afecto, les aseguro mi cercanía en la oración y les imparto de corazón la Bendición Apostólica", concluye el Papa.
Mensaje del Papa para la XXVIII Jornada Mundial del enfermo
03 enero 2020, 12:00