Un espacio privilegiado de comunión, evangelización y liberación (AP 178-180) PRO PAPA FRANCISCO Y SUS REFORMAS
viernes, 24 de enero de 2014
Los destinos del catolicismo actual | La Jornada, Bernardo Barranco
Bernardo Barranco V.
La Jornada, Opinión, 17 de marzo de 2010
Los numerosos escándalos de pederastia que acosan a la Iglesia católica en diferentes lugares del mundo, como Estados Unidos, Irlanda, Suiza, Holanda, México y Argentina, amenazan su autoridad institucional e incomodan sus inflexibles discursos sobre la moral, las buenas costumbres y el disciplinamiento que el católico debe guardar en materia sexual. El escándalo alemán amenaza no sólo al hermano del Papa, sino que está tocando, al parecer, al propio Benedicto XVI al haber sido permisivo, voluntaria o involuntariamente, en 1977 cuando era arzobispo de Munich. Tenemos en México el caso cercano de Marcial Maciel, cuya patología no sólo alcanza a la orden de los legionarios, sino que también contamina y empaña la imagen del conjunto de la Iglesia mexicana. Lamentablemente las respuestas eclesiásticas no son, socialmente, satisfactorias y pareciera que la Iglesia protege ante todo su casta religiosa; surge entonces el fantasma del naufragio como amenaza, se ensombrece la proclama de salvación que, de manera desafiante, Benedicto XVI extiende a la civilización actual tan globalizada como relativista.
Pareciera que los signos explícitos apuntan a que la Iglesia a escala mundial se ha alejado ya del espíritu del concilio, que en los años sesenta del siglo pasado reivindicaba aggiornare su diálogo con el mundo moderno y, por tanto, ha venido cancelando irremediablemente las rutas reformadoras en la Iglesia. Diferentes vaticanistas diagnostican los síntomas de una Iglesia en fase de atrincheramiento dogmático, envenenada por su propio narcisismo eclesiocéntrico y temerosa de abrirse a la complejidad de la historia y de reconocer en ella valores espirituales (Giancarlo Zízola, Vientos de restauración, 2007). Dicha prescripción sitúa un prejuicio cada vez más extendido de que Ratzinger padece un conservadurismo crónico e incurable. Sin embargo, ¿podemos afirmar que esta tendencia sólo se da en la Iglesia católica?, como respuesta a una modernidad globalizada que exalta la diversidad cultural y matiza, por tanto, los discursos y doctrinas totalizantes. Lo cierto es que resurge como fuerte tentación la reafirmación tradicionalista, es decir, una notoria inclinación por proclamar la identidad católica tradicional y, al mismo tiempo, exaltar esta identidad a nivel político en el ámbito público. Las posturas opuestas se podrían estar debatiendo el futuro cercano, entre un catolicismo relativista o light frente a un catolicismo talibán. Precisamente, el texto de Oliver Roy, La sainte ignorance. Le temps de la religion sans culture (Editions du Seuil, 2008) argumenta que no sólo los católicos pasan por una fase de tradicionalismo, a escala global, Roy destaca el crecimiento explosivo del pentecostalismo, el éxito del salafismo, Tablighi Jamaat y el neosufismo dentro del Islam; el retorno del movimiento Lubavich dentro del judaísmo, así como el surgimiento del Partido Bharatiya Janata en India, el budismo Theravada. En suma, diversas religiones proclaman su identidad tradicional en la esfera de lo público como una característica distintiva de la religión en el siglo XXI. Reconociendo diversidades y diferencias, Roy compara rasgos comunes en estas tendencias; sobresale el malestar y rechazo a la cultura contemporánea; el énfasis en la salvación personal e individualización de la fe, así como ardorosas actitudes antintelectuales.
Hace unas semanas acaba de aparecer un libro de John Allen, destacado vaticanista católico estadunidense, titulado: The Future Church (Random House, 2010), donde afronta aquellas tendencias que están cambiando la vida de la Iglesia. Por ejemplo, al abordar la geopolítica de la Santa Sede, cuya doctrina se forjó en los tiempos de la revolución industrial frente a enemigos ideológicos como el liberalismo y el socialismo, el autor señala que la Iglesia debe afrontar desde la cultura el mundo globalizado y multipolar del siglo XXI, en el cual la mayoría de los polos importantes no son católicos, ni siquiera cristianos. Frente al concilio, el autor opina que la Iglesia está reafirmando oficialmente todo lo que la distingue de la modernidad; sus tradicionales características católicas de pensamiento, discurso y prácticas. Esta política de la identidad es en parte una reacción contra una cultura cada vez más secular e indiferente a la autoridad e institución. Además del envejecimiento de la enseñanza social de la Iglesia, siguiendo a Allen, existe una nueva geografía de la fe, es decir, la dramática disminución numérica de los católicos europeos y la creciente gravitación de los católicos del llamado tercer mundo que asciende a escala global a dos tercios. Esta cifra desproporcionada contrasta con una curia romana que, si bien es cada vez más internacionalizada, sigue siendo dominada por los propios europeos.
Otro libro sobre prospectiva católica. A fines del año pasado, el periodista José Catalán Deus publicó: Después de Ratzinger, ¿qué? Balance de cuatro años de pontificado y los desafíos de su sucesión (Península, 2009). Ahí el autor español afirma que el futuro del catolicismo actual se antoja incierto. Los primeros años de Benedicto XVI, dice, dejan una sensación de crisis creciente en la Iglesia católica. Quizá porque se fracturó el consenso que llevó a Ratzinger al trono de San Pedro. Nunca antes los desacuerdos y disensiones fueron tan sonoros dentro y fuera del Vaticano. Un análisis crítico del pontificado dibuja cómo la Iglesia católica ha pasado de ejercer una posición dominante a estar amenazada y hasta sojuzgada culturalmente, y casi perseguida mediáticamente por su ideología. Este cambio histórico trascendental se ha manifestado con absoluta claridad en los primeros cuatro años del pontificado de Benedicto XVI, aunque venía incubándose durante todo el pontificado anterior. Conclusión sencilla: todos estos textos y reflexiones indican arteriosclerosis múltiple y la necesidad de una nueva gran síntesis cultural entre religión y cultura.
***
19ENCEB2014MTY, Experiencias Región 3 y Material de Sensibilización para las familias que hospedan
Enviado el: jueves, 23 de enero de 2014 02:02 p.m.
Para: Articulacion Nacional
Asunto: RE: Experiencias Región 3
Enviado desde mi teléfono Nokia
-----Original Message-----
From: Articulacion Nacional
Sent: 1/23/2014 6:12:43 PM
To: 'ma. alba fernandez bejarano '
Subject: RE: Experiencias Región 3
Enviado el: jueves, 23 de enero de 2014 12:02 p.m.
Para: Articulacion Nacional
Asunto: RE: Experiencias Región 3
Enviado desde mi teléfono Nokia
From: Articulacion Nacional
Sent: 1/17/2014 10:52:34 PM
To: ...
Subject: Experiencias Región 3
Evernote te ayuda a recordar todo y a organizarte sin esfuerzo. Descárgate Evernote. |
martes, 7 de enero de 2014
[BoffSemanal] Una gobernanza global de la peor especie: la de los mercaderes
Una gobernanza global de la peor especie: la de los mercaderes
2014-01-07
Anteriormente hemos abordado el imperio de las grandes multinacionales que controlan los flujos económicos y a través de ellos las demás instancias de la sociedad mundial. La constitución perversa de este imperio surgió por la falta de una gobernanza global que se hace cada día más urgente. Hay problemas globales como los de la paz, la alimentación, el agua, los cambios climáticos, las migraciones de los pueblos y otros que, por ser globales, exigen soluciones globales. Pero el egoísmo y el individualismo de las grandes potencias está impidiendo esta gobernanza.
Una gobernanza global supone que cada país renuncie un poco a su soberanía para crear un espacio colectivo y plural donde las soluciones a los problemas globales puedan ser globalmente abordadas. Pero ninguna potencia quiere renunciar ni a una pizca de su poderío, aunque se agraven los problemas, especialmente los ligados a los límites físicos de la Tierra, con capacidad de afectar negativamente a todos a través de eventos extremos.
Digamos de paso que existe una ceguera lamentable en la mayoría de los economistas. En sus debates –tomemos como ejemplo el conocido programa semanal de Globonews Pinel–la economía ocupa un lugar privilegiado. En lo que he podido constatar no oí a ningún participante incluir en sus análisis los límites de sostenibilidad del sistema-vida y del sistema-Tierra que ponen en jaque la reproducción del capital. Prolongan el tedioso discurso económico del viejo paradigma como si la Tierra fuese un baúl de recursos ilimitados y la economía se midiese por el PIB y fuese un subcapítulo de la matemática y de la estadística. Falta pensamiento. No se dan cuenta de que si no abandonamos la obsesión del crecimiento material ilimitado y en su lugar no buscamos la equidad-igualdad social, solo empeoraremos la situación ya mala.
Queremos abordar un complemento del imperio perverso de las grandes corporaciones multinacionales que se revela todavía más desvergonzado. Se trata de la búsqueda de un Acuerdo Multilateral de Inversiones. Casi todo se discute a puerta cerrada. Pero en la medida en que es detectado, se retrae, para volver luego con otros nombres. La intención es crear un acuerdo de libre comercio entre los estados y las grandes corporaciones. Los términos de esta cuestión fueron ampliamente presentados por Lori Wallach directora del Public Citizen's Global Trade Watch en Le Monde Diplomatique Brasil de noviembre de 2013.
Tales corporaciones buscan saciar su apetito de acumulación en áreas relativamente poco atendidas por los países pobres: infraestructura sanitaria, seguro de salud, escuelas profesionales, recursos naturales, equipamientos públicos, cultura, derechos de autor y patentes. Los contratos se aprovechan de la fragilidad de los Estados e imponen condiciones leoninas. Las corporaciones, por ser transnacionales, no se sienten sometidas a las normas nacionales con respecto a la salud, a la protección ambiental ni a la legislación fiscal. Cuando estiman que por causa de tales normas el lucro futuro esperado no ha sido alcanzado, pueden mediante procesos judiciales exigir un resarcimiento del Estado (del pueblo) que puede llegar a miles de millones de dólares o de euros.
Estas corporaciones consideran la Tierra como de nadie, a semejanza del viejo colonialismo, y consiguen que los tribunales les concedan el derecho de adquirir tierras, manantiales de aguas, lagos y otros bienes y servicios de la naturaleza. Ellas, comenta Wallach, «no tienen ninguna obligación hacia los países y pueden disparar procesos cuando y donde les convenga» (p.5). Ejemplo típico y ridículo es el caso del suministrador sueco de energía Fattenfall que exige miles de millones de euros a Alemania por su «giro energético» al haber prometido abandonar la energía nuclear y castigar más severamente a las centrales de carbón. El tema de la polución, de la disminución del calentamiento global y de la preservación de la biodiversidad del planeta son letra muerta para esos depredadores, en nombre del lucro.
La sinvergonzonería comercial llega a tales niveles que los países firmantes de ese tipo de tratado «se verían obligados no sólo a someter sus servicios públicos a la lógica del mercado sino también a renunciar a cualquier intervención sobre los prestadores de servicios extranjeros que codician sus mercados» (p.6). El Estado tendría una parcela mínima de maniobra en cuestión de energía, salud, educación, agua y transporte, exactamente los temas más reclamados en las protestas de junio de 2013 por miles de manifestantes en Brasil.
Estos tratados estaban siendo negociados con Estados Unidos y Canadá, con el ALCA en América Latina y especialmente entre la Comunidad Europea y Estados Unidos.
¿Qué revelan estas estrategias? Una economía que se ha autonomizado de tal manera que solamente cuenta ella, anula la soberanía de los países, se apropia de la Tierra como un todo y transforma en un inmenso emporio la mesa de negocios. Todo se vuelve mercancía: las personas, sus órganos, la naturaleza, la cultura, el entretenimiento y hasta la religión y el cielo. Nunca se toma en cuenta la posible reacción masiva de la sociedad civil que puede, enfurecida y con justicia, rebelarse y echar todo a perder. Menos mal que, avergonzados, pero todavía obstinados, los proyectos se están escondiendo detrás de las puertas cerradas.
Enviado desde Evernote |
sábado, 4 de enero de 2014
La importancia de la espiritualidad para la salud [BoffSemanal-20131122]
La importancia de la espiritualidad para la salud
2013-11-22
Reconocido estos méritos, no podemos sin embargo olvidar que se ha perdido la visión de totalidad: el ser humano dentro de una visión más amplia de la sociedad, de la naturaleza y de las energías cósmicas, la enfermedad como una fractura de esta totalidad, y la curación como la reintegración en ella.
Hay en nosotros una dimensión que responde por el cultivo de esta totalidad, que vela por el eje Estructurador de nuestra vida: es la dimensión del espíritu. Espiritualidad viene de espíritu; es el cultivo de lo que es propio del espíritu, su capacidad de proyectar visiones unificadoras, de relacionar todo con todo, de conectar y reconectar todas las cosas entre sí y con la Fuente de Originaria de todo ser.
Si el espíritu es relación y vida, su opuesto no es materia y cuerpo sino la muerte como ausencia de relación. En este sentido, espiritualidad es toda actitud y actividad que favorece la expansión de la vida, la relación consciente, la comunión abierta, la subjetividad profunda y la trascendencia como modo de ser, siempre dispuesto a nuevas experiencias y a nuevos conocimientos.
Los neurobiólogos y estudiosos del cerebro han identificado la base biológica de la espiritualidad; se encuentra en el lóbulo frontal del cerebro. Descubrieron empíricamente que siempre que se captan los contextos más globales o se produce una experiencia significativa de totalidad o también cuando que se abordan de forma existencial (no como objeto de estudio) realidades últimas cargadas de sentido, y se producen actitudes de adoración, devoción y respeto, hay una aceleración de las vibraciones periódicas de las neuronas localizadas allí. A este fenómeno lo llamaron el «punto Dios» en el cerebro o la aparición de la «mente mística» (Zohar, SQ: Inteligencia Espiritual, 2004). Es como un órgano interior por el cual se capta la presencia de lo Inefable dentro de la realidad.
Este hecho constituye un avance evolutivo del ser humano que, como ser humano-espíritu, percibe la Realidad Fontal sustentando todas las cosas. Se da cuenta de que sorprendentemente puede entablar un diálogo y buscar una comunión íntima con ella. Tal posibilidad lo dignifica, pues lo espiritualiza y lo conduce a un mayor grado de percepción del Enlace que conecta y reconecta todas las cosas. Se siente dentro de ese Todo.
Este «punto Dios» se revela por valores intangibles como más compasión, más solidaridad, más sentido de respeto y dignidad. Despertar este «punto Dios», quitar las cenizas con las que una cultura excesivamente racionalista y materialista lo cubrió, es permitir que la espiritualidad aflore en la vida de las personas.
A fin de cuentas espiritualidad no es pensar a Dios, sino sentir a Dios a través de ese órgano interior y experimentar su presencia y actuación desde el corazón. Lo percibimos como entusiasmo (en griego significa tener un dios dentro) que nos lleva y nos sana y nos da voluntad de vivir y de crear continuamente sentidos de existir.
¿Qué importancia prestamos a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud y de la enfermedad? La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico y esotérico. Se trata de potenciar las energías características de la dimensión espiritual, tan válida como la inteligencia, la libido, el poder, el afecto entre otras dimensiones de lo humano. Estas energías son altamente positivas como amar la vida, abrirse a los demás, establecer lazos de fraternidad y solidaridad, ser capaz de perdón, de misericordia y de indignación ante las injusticias de este mundo, como lo hace ejemplarmente el Papa Francisco.
Además de reconocer todo su valor a las terapias conocidas hay todavía un supplément d'âme como dirían los franceses, un complemento de lo que ya existe, que lo refuerza y enriquece con factores oriundos de otra fuente de curación. El modelo establecido de medicina no tiene, por supuesto, el monopolio del diagnóstico y la curación. Es aquí donde se abre camino la espiritualidad.
La espiritualidad en primer lugar fortalece en la persona la confianza en las energías regenerativas de la vida, en la competencia del médico/a, en el cuidado diligente del enfermero/a. Sabemos por la psicología profunda y la transpersonal el valor terapéutico de la confianza en el curso normal de la vida. Confianza significa básicamente decir: la vida tiene sentido, vale la pena, tiene una energía interna que la autoalimenta, es preciosa. Esta confianza pertenece a una visión espiritual del mundo.
Pertenece a la espiritualidad la convicción de que la realidad que captamos es más de lo que los análisis nos dicen. Podemos tener acceso a la misma por los sentidos interiores, por la intuición y por los caminos secretos de la razón cordial. Se puede ver que hay un orden subyacente al orden sensible, como sostenía siempre el gran físico cuántico, y premio Nobel, David Bohm, alumno predilecto de Einstein.
Este orden subyacente responde de los órdenes visibles y siempre puede traernos sorpresas. A menudo los mismos médicos se sorprenden de la rapidez con que alguien se recupera o cómo situaciones consideradas normalmente como irreversibles, retroceden y acaban curando. En el fondo es creer que lo invisible e imponderable es parte de lo visible y previsible.
Pertenece también al mundo espiritual, la esperanza inquebrantable de que la vida no termina con la muerte, sino que se transfigura a través de ella. Nuestros sueños de regresar a la vida normal desencadenan energías positivas que contribuyen a la regeneración de la vida enferma.
Una fuerza mayor, sin embargo, es la fe de sentirse en la palma de la mano de Dios. Entregarse confiadamente a su voluntad, desear sinceramente la curación, pero también aceptar serenamente si nos llama a si: esto es la presencia de la energía espiritual. Nosotros no morimos, Dios viene a buscarnos y a llevarnos a donde pertenecemos desde siempre, a su casa a convivir con Él. Tales convicciones espirituales actúan como fuentes de agua viva, generadoras de curación y de potencia de vida. Es el fruto de la espiritualidad.
Enviado desde Evernote |
viernes, 3 de enero de 2014
El funesto imperio mundial de las corporaciones [BoffSemanal-20140103]
El funesto imperio mundial de las corporaciones
2014-01-03
Enviado desde Evernote |