Un espacio privilegiado de comunión, evangelización y liberación (AP 178-180) PRO PAPA FRANCISCO Y SUS REFORMAS
jueves, 28 de abril de 2016
Francisco, de disimulado a condenado: (Doctora Elske Rasmussen)
Religión Digital
6 horas ·
Francisco, de disimulado a condenado: (Doctora Elske Rasmussen).-
1. Francisco disimulado. Es llamativo cómo ... https://t.co/R3booTfl1s
Francisco, de disimulado a condenado
Una especialista rebate las tesis rigoristas sobre la 'Amoris Laetitia' . ¿Puede el Papa enseñar algo nuevo o Vicarios de Cristo eran sólo los de antes?
BIT.LY/1STRWNX|DE DOCTORA ELSKE RASMUSSEN
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'El Papa corresponde a mi deseo de abrir un debate libre sobre el dogma de la...
Francisco responde al teólogo suizo, a quien llama 'querido hermano' . 'No quiere seguir siendo el único portavoz de la Iglesia (...). No fija limitación alguna'
PERIODISTADIGITAL.COM|DE JESÚS BASTANTE
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El Papa denuncia el 'clericalismo' y la creación de una 'élite' de laicos en la Iglesia
El Papa denuncia el "clericalismo" y la creación de una "élite" de laicos en la Iglesia
"Cuando nos desarraigamos como pastores de nuestro pueblo, nos perdemos"
El Papa ha lamentado que en la Iglesia se ha creado una "élite" de laicos que creen que son solo ellos los que trabajan en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis, en un carta enviada al cardenal Ouellet y publicada hoy por el Vaticano.
En este sentido, en la misiva alerta del olvido o el descuido ante el creyente que muchas veces "quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe". "La Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios", ha subrayado.
Francisco ha advertido de que "no es el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros".
Recientemente, el Papa participó en el encuentro de la Comisión para América Latina y el Caribe en el que se abordó el tema de la participación de los laicos en la vida de nuestros pueblos.
"No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros corazones", ha exclamado.
Francisco ha precisado que el pastor es pastor de un pueblo, y al pueblo se lo sirve "desde dentro". "Mirar al Pueblo de Dios es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos", ha agregado.
Asimismo ha invitado a la Iglesia de Latinoamérica a enfrentar "el clericalismo". "Esta actitud no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente", ha manifestado.
Por otro lado, ha reconocido que el laico, por su propia realidad e identidad, "tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe". "Los ritmos actuales son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían 30 años atrás", ha comentado. Por último, ha alertado de que los pastores cuando se desarraigan, se pierden.
Texto completo de la Carta del Papa Francisco
A Su Eminencia Cardenal
Marc Armand Ouellet, P.S.S.
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina
Eminencia:
Al finalizar el encuentro de la Comisión para América Latina y el Caribe tuve la oportunidad de encontrarme con todos los participantes de la asamblea donde se intercambiaron ideas e impresiones sobre la participación pública del laicado en la vida de nuestros pueblos.
Quisiera recoger lo compartido en esa instancia y continuar por este medio la reflexión vivida en esos días para que el espíritu de discernimiento y reflexión "no caiga en saco roto"; nos ayude y siga estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de Dios.
Precisamente es desde esta imagen, desde donde me gustaría partir para nuestra reflexión sobre la actividad pública de los laicos en nuestro contexto latinoamericano. Evocar al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el horizonte al que estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar. El Santo Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos continuamente invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir. Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen trabajador, profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro: son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se concibe sin un rebaño al que está llamado a servir. El pastor, es pastor de un pueblo, y al pueblo se lo sirve desde dentro. Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente.
Mirar al Santo Pueblo fiel de Dios y sentirnos parte integrante del mismo nos posiciona en la vida y, por lo tanto, en los temas que tratamos de una manera diferente. Esto nos ayuda a no caer en reflexiones que pueden, en sí mismas, ser muy buenas pero que terminan funcionalizando la vida de nuestra gente, o teorizando tanto que la especulación termina matando la acción. Mirar continuamente al Pueblo de Dios nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades. Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: "es la hora de los laicos" pero pareciera que el reloj se ha parado.
Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo. Por él y con la unción del Espíritu Santo, (los fieles) quedan consagradas como casa espiritual y sacerdocio santo (LG 10) Nuestra primera y fundamental consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y/o deformaciones en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo (LG 9). El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción.
A su vez, debo sumar otro elemento que considero fruto de una mala vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II. No podemos reflexionar el tema del laicado ignorando una de las deformaciones más fuertes que América Latina tiene que enfrentar - y a las que les pido una especial atención - el clericalismo. Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente. El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como "mandaderos", coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarios para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político. El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados.
Hay un fenómeno muy interesante que se ha producido en nuestra América Latina y me animo a decir, creo que es de los pocos espacios donde el pueblo de Dios fue soberano de la influencia del clericalismo: me refiero a la pastoral popular. Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos. Sabemos que la pastoral popular como bien lo ha escrito Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, tiene ciertamente sus límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión, pero prosigue, cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción. Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente "piedad popular", es decir, religión del pueblo, más bien que religiosidad ... Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo. (EN 48) El Papa Pablo usa una expresión que considero es clave, la fe de nuestro pueblo, sus orientaciones, búsquedas, deseo, anhelos, cuando se logran escuchar y orientar nos terminan manifestando una genuina presencia del Espíritu. Confiemos en nuestro Pueblo, en su memoria y en su "olfato", confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es solo "propiedad" de la jerarquía eclesial.
He tomado este ejemplo de la pastoral popular como clave hermenéutica que nos puede ayudar a comprender mejor la acción que se genera cuando el Santo Pueblo fiel de Dios reza y actúa. Una acción que no queda ligada a la esfera íntima de la persona sino por el contrario se transforma en cultura; una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida. (EG 68)
Entonces desde aquí podemos preguntarnos, ¿qué significa que los laicos estén trabajando en la vida pública?
Hoy en día muchas de nuestras ciudades se han convertidos en verdaderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza. Ahí encontramos a nuestros hermanos, inmersos en esas luchas, con sus familias, intentando no solo sobrevivir, sino que en medio de las contradicciones e injusticias, buscan al Señor y quieren testimoniar lo. ¿Qué significa para nosotros pastores que los laicos estén trabajando en la vida pública? Significa buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres, especialmente con los más pobres. Significa como pastores comprometernos en medio de nuestro pueblo y, con nuestro pueblo sostener la fe y su esperanza. Abriendo puertas, trabajando con ellos, soñando con ellos, reflexionando y especialmente rezando con ellos. Necesitamos reconocer la ciudad -y por lo tanto todos los espacios donde se desarrolla la vida de nuestra gente- desde una mirada contemplativa, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas... Él vive entre los ciudadanos promoviendo la caridad, la fraternidad, el deseo del bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero. (EG 71) No es nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros corazones.
Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado como acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida pública. Sin darnos cuenta, hemos generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas "de los curas" y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar procesos. Por eso, debemos reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe. ¡Los ritmos actuales son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían 30 años atrás! Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas -especialmente-para los habitantes urbanos. (EG 73) Es obvio, y hasta imposible, pensar que nosotros como pastores tendríamos que tener el monopolio de las soluciones para los múltiples desafíos que la vida contemporánea nos presenta. Al contrario, tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la problemática actual. Y esto discerniendo con nuestra gente y nunca por nuestra gente o sin nuestra gente. Como diría San Ignacio, "según los lugares, tiempos y personas". Es decir, no uniformizando. No se pueden dar directivas generales para una organización del pueblo de Dios al interno de su vida pública. La inculturación es un proceso que los pastores estamos llamados a estimular alentado a la gente a vivir su fe en donde está y con quién está. La inculturación es aprender a descubrir cómo una determinada porción del pueblo de hoy, en el aquí y ahora de la historia, vive, celebra y anuncia su fe. Con la idiosincrasia particular y de acuerdo a los problemas que tiene que enfrentar, así como todos los motivos que tiene para celebrar. La inculturación es un trabajo de artesanos y no una fábrica de producción en serie de procesos que se dedicarían a "fabricar mundos o espacios cristianos".
Dos memorias se nos pide cuidar en nuestro pueblo. La memoria de Jesucristo y la memoria de nuestros antepasados. La fe, la hemos recibido, ha sido un regalo que nos ha llegado en muchos casos de las manos de nuestras madres, de nuestras abuelas. Ellas han sido, la memoria viva de Jesucristo en el seno de nuestros hogares. Fue en el silencio de la vida familiar, donde la mayoría de nosotros aprendió a rezar, a amar, a vivir la fe. Fue al in terno de una vida familiar, que después tomó forma de parroquia, colegio, comunidades que la fe fue llegando a nuestra vida y haciéndose carne. Ha sido también esa fe sencilla la que muchas veces nos ha acompañado en los distintos avatares del camino. Perder la memoria es desarraigarnos de donde venimos y por lo tanto, nos sabremos tampoco a donde vamos. Esto es clave, cuando desarraigamos a un laico de su fe, de la de sus orígenes; cuando lo desarraigamos del Santo Pueblo fiel de Dios, lo desarraigamos de su identidad bautismal y así le privamos la gracia del Espíritu Santo. Lo mismo nos pasa a nosotros, cuando nos desarraigamos como pastores de nuestro pueblo, nos perdemos.
Nuestro rol, nuestra alegría, la alegría del pastor está precisamente en ayudar y estimular, al igual que hicieron muchos antes que nosotros, sean las madres, las abuelas, los padres los verdaderos protagonistas de la historia. No por una concesión nuestra de buena voluntad, sino por propio derecho y estatuto. Los laicos son parte del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, los protagonistas de la Iglesia y del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y no de los cuales tenemos que servirnos.
En mi reciente viaje a la tierra de México tuve la oportunidad de estar a solas con la Madre, dejándome mirar por ella. En ese espacio de oración pude presentarle también mi corazón de hijo. En ese momento estuvieron también ustedes con sus comunidades. En ese momento de oración, le pedí a María que no dejara de sostener, como lo hizo con la primera comunidad, la fe de nuestro pueblo. Que la Virgen Santa interceda por ustedes, los cuide y acompañe siempre,
Vaticano, 19 de marzo de 2016
+Francisco
(RD/Ep)
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viernes, 22 de abril de 2016
El gatopardismo de los resistentes ante la 'Amoris laetitia'
El gatopardismo de los resistentes ante la 'Amoris laetitia'
"La estrategia consiste en asegurar que todo sigue igual, que no ha cambiado nada de nada"
Deja en evidencia la estrategia de grupos de la Curia romana que se empeñan en decir que con 'Amoris Laetitia' no ha cambiado absolutamente nada y que todo sigue como en 'Familiaris Consortio'
(José M. Vidal).- Las resistencias son la prueba evidente de que las reformas de Francisco van en serio y siguen adelante con el ritmo adecuado. Y los "resistentes", para ejercer sus resistencias activas, pasivas y perifrásticas, tienen sus estrategias. Muchas y variadas. Entre ellas, quiero destacar hoy dos: la de "la tormenta de verano" y la de "la simulación".
La primera, la de un Papa como una simple y corta tormenta de verano, consiste en hacer como si el papado de Francisco esté siendo (y tenga que ser) una tormenta y, por lo tanto, una tempestad pasajera. Tras la cual, todo vuelve a la calma de antes, del inmovilismo y del clericalismo anteriores. Volver a la Iglesia aduana, que protege a los de dentro de los de fuera y remite constantemente a seguridades doctrinales. Ser Iglesia en salida y hospital de campaña pone en jaque seguridades, deja a la intemperie y, sobre todo, cuestiona formas principescas de vivir. Y, por eso, la casta clerical se retuerce y busca poner toda clase de palos en las ruedas de las reformas del Papa.
La segunda es, quizás, más sibilina todavía y consiste en poner en marcha la maquinaria de la "disimulación". Disimular los cambios, afeitar los toros de las diferencias, simular que sólo cambian las formas (los gestos), pero no lo fundamental. El gatopardismo: Todo cambia, para que nada cambie.
En el caso concreto de la 'Amoris laetitia', la estrategia consiste en asegurar, por activa y por pasiva, que todo sigue igual, que no ha cambiado nada de nada. Es la tesis que están difundiendo Melina o Pérez Soba y demás miembros del Instituto Juan Pablo II para la Familia.
De ahí la importancia que tiene un artículo como el que publicamos ayer, titulado 'La verdadera novedad de 'Amoris laetitia', en el que se explican, con autoridad académica y con absoluto rigor, los cambios significativos que introduce la exhortación papal. Lean el artículo, por favor y extraigan sus propias consecuencias.
El artículo refleja a la perfección la filosofía de fondo y la interpretación exacta de las aplicaciones prácticas que el Papa quiere poner en marcha con su exhortación. Los que remamos a favor de la primavera de Francisco no podemos caer en la engañifa de los resistentes. Por eso, no voy a repetir aqui lo que el artículo expresa con máxima solvencia y claridad.
El artículo, que recmoiendo vivamente a nuestros lectores y a nuestros columnistas, deja en evidencia la estrategia de grupos de la Curia romana que se empeñan en decir que con 'Amoris Laetitia' no ha cambiado absolutamente nada y que todo sigue como en 'Familiaris Consortio'. Se empeñan en propagar esa idea y, en parte lo están consiguiendo, porque mucha gente se lo cree y lo hace correr por las redes sociales.
A eso responde el artículo, asi como a toda una serie de objecciones más comunes. A nosotros, nos corresponde empaparnos de sus claves y contrarrestar, con ellas, las tesis 'gatopardistas' de los resistentes de toda clase y condición. Que también abundan entre nosotros.
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martes, 12 de abril de 2016
Burke desprecia la exhortación papal: 'No es un texto magisterial'
Burke desprecia la exhortación papal: "No es un texto magisterial"
El cardenal es uno de los líderes de la oposición a Francisco
El cardenal estadounidense Raymond Burke, líder del sector conservador de la Iglesia católica, desdeñó la exhortación apostólica que Francisco acaba de publicar y se opone al acceso según el caso y autorizado por el papa a la comunión para los divorciados que se vuelven a casar.
"Se trata de una simple reflexión personal", lamentó el cardenal Burke en un comentario para la página católica estadounidense National Catholic Register.
Recibido por la prensa como un documento revolucionario, por su apertura "en algunos casos" a los divorciados que se vuelven a casar, la exhortación de Francisco sobre la familia, Amoris Laetitia, no ha gustado a los sectores más conservadores de la Iglesia católica.
"No es un documento magisterial", es decir que no atañe el magisterio de la Iglesia, pese a que la exhortación firmada por el pontífice es el fruto de dos consultas a los obispos de todo el mundo, recalca indignado el purpurado.
Por su parte la revista estadounidense ultraconservadora Foreign Policy, criticó la forma en que Francisco impone sus criterios para lograr con un estilo inocente sus objetivos "liberales" como papa, sostiene la publicación.
"Es un verdadero ideólogo", "un dictador", "sospechosamente humilde", sostiene la revista.
(RD/Agencias)
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lunes, 11 de abril de 2016
Gustavo Gutiérrez: “La Teología de la Liberación es una carta de amor a Dios, a la Iglesia y al pueblo”
Gustavo Gutiérrez: "La Teología de la Liberación es una carta de amor a Dios, a la Iglesia y al pueblo"
"El Vaticano II es el Concilio más teológico de todos los de la historia de la Iglesia", dice el teólogo
(José Manuel Vidal, enviado especial a Lima, 8 de abril de 2015).- Es tan pequeño de estatura que apenas se le ve en el estrado, pero, cuando toma la palabra, se eleva y se convierte en un icono gigante. Gustavo Gutiérrez participó ayer en la presentación del libro 'La Iglesia pobre y para los pobres' del cardenal Müller, con prólogo del Papa y una colaboración especial del 'padre de la Teología de la Liberación'. Con lenguaje llano y sencillo, al alcance de todos, recordó, entre otras cosas, que la TL es "una carta de amor a Dios, a la Iglesia y al pueblo" y, quizás por eso, está más viva que nunca.
En el enorme salón de actos del colegio de 'Nuestra Señora de Belén' de las corazonistas de Lima no cabía un alfiler. Calculo que había en torno a las 1.000 personas. El todo Lima de la Iglesia de las periferias. Algo que tampoco aquí es muy habitual. "Hacía tiempo que no veía tanta gente en torno a Gustavo. Has tenido mucha suerte", decía, a mi lado, el padre Gastón Garatea, otro de los líderes de esta sensibilidad eclesial.
Entre las personalidades presentes, además de Garatea, estaba el obispo jesuita Bambarén, ya jubilado, o el ex ministro de Justicia Fernández Sesaredo. Entre el público, gente mayor, pero también de mediana edad e, incluso, bastantes jóvenes. Se nota en el ambiente que, tras años de sufrimiento y hasta de "martirio", el pontificado de Francisco les ha vuelto a dar alas.
Así lo dijo claramente el misionero español del IEME, Andrés Gallegos: "El sueño de Francisco de una Iglesia pobre y para los pobres lo cumplimos todos los aquí presentes y es parte de una larga historia de alegrías y de sufrimientos".
A su juicio, en este proceso, se puede hablar incluso de "experiencias de martirio". Desde la de monseñor Romero, a las de "otros mártires que dieron su vida día a día, gota a gota y poco a poco". Porque también en la Iglesia limeña, como en la española, la opción por este modelo eclesial de Iglesia abierta a la misericordia y a los pobres ocasionó muchas persecuciones.
Aquí, de hecho, comparan la situación que vivieron (y, en cierto sentido, siguen viviendo) con el cardenal Cipriani, con la del cardenal Rouco en Madrid. Y hablan de "dos almas cardenalicias gemelas, que trataron de imponer por medio del control el viejo modelo de la Iglesia del poder. Con la diferencia que vosotros ya os habéis librado de él y nosotros le seguimos sufriendo".
Antes de Andrés Gallegos, intervino en la presentación, el jesuita Alberto Simons y, después, la hermana Glafira Jiménez. El profesor jesuita defendió la opción por los pobres y señaló que "uno de los mayores signos de credibilidad del Dios de Jesús es optar por los pobres" y, por lo tanto, "la Iglesia sólo será fiel al Dios de Jesús, si lo es a la opción preferencial por los pobres".
En el mismo sentido, la hermana Glafira, que estudió teología en la Universidad Comillas de Madrid, subrayó que "Dios es enemigo de la muerte y de todo aquello que la provoca o la adelanta" y que "Jesús nos llama a visibilizar a los pobres, porque la opción preferencial por los pobres es una manera de hacer teología y de seguir a Jesús".
Para finalizar el acto, la intervención esperada de Gustavo Gutiérrez, que comenzó recordando la sintonía del cardenal Müller, su amigo, con la esencia de la Teología de la Liberación, que es el corazón mismo del mensaje cristiano: "Que venga a nosotros tu Reino", es decir que "venga su Reino a la historia humana, porque el mensaje cristiano está llamado a transformar la Historia con justicia, libertad, verdad, amor e igualdad".
Porque, según Gutiérrez, la TL nace de la convergencia de tres procesos: La situación de Latinoamérica en los años 60; la celebración del Concilio y su continuación en la Conferencia de Medellín. En los años 60 tuvo lugar "la irrupción de lo pobres en América Latina". Juan XXIII y el Concilio "hablan de la Iglesia de los pobres". Y Medellín "forma parte, para mí, del acontecimiento conciliar". "En ésa confluencia de factores se ubica la TL y, en ese proceso, se alimentan mutuamente", explicó.
Gutiérrez quiso dejar claro que, a su juicio, el Vaticano II no es un Concilio pastoral, como algunos tratan de repetir hasta la saciedad en un intento de desactivarlo. "El Vaticano II es el Concilio más teológico de todos los de la historia de la Iglesia".
Desde esa confluencia con el Concilio, "la TL no ha descubierto a los pobres, aunque algunos crean que sí, ni propone un tema nuevo; lo único que hace es proponer el tema de los pobres de una manera nueva". Y es que lo nuevo de la TL es "su lenguaje y el tomar mayor conciencia de las causas y de la complejidad de la pobreza"
La TL es, pues, una teología pastoral, en la que insiste mucho el Papa Francisco, porque "la Teología se hace para ayudar a la gente a vivir plenamente el Evangelio". Por eso, está cada vez más de moda. Por eso, no puede morir o "al menos, a mí no me han invitado a su entierro".
Más viva que nunca en la estela de Francisco. De ahí que el padre de esta corriente teológica termine su intervención, invitando a los presentes a "acompañar al Papa, como hermanos y compañeros de camino, como él mismo dice en el prólogo del libro".
Ovación cerrada para el pequeño-gran genio teológico, al que la gente se acerca para abrazar, hacerse selfies con él, darle la enhorabuena o, simplemente agradecerle su martirio incruento a lo largo de todos estos años de marginación y de intentos de linchamiento. La 'gárgola', que es como aquí llaman al cardenal Cipriani, "quiso eliminarlo de la presencia pública eclesial, pero no lo ha conseguido, porque la fuerza de los pobres, que es la de Dios, está con él". Y, ahora, Francisco y hasta el conservador presidente de Doctrina de la Fe, le han rehabilitado.
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domingo, 10 de abril de 2016
Xabier Pikaza: 'Amoris Laetitia (Alegría de amor). El Papa abre una puerta'
Xabier Pikaza: "Amoris Laetitia (Alegría de amor). El Papa abre una puerta"
"Ha sido prudente, no ha querido quemar las naves, ni condenar a los que piensan de otras formas"
(Xabier Pikaza).- Nada más, pero nada menos que eso. Ésta es la impresión que ha recibido tras la lectura de la Exhortación Postsinodal, Amoris Laetitia, del Papa Francisco sobre la familia, firmada 19 de marzo y presentada después de tres años de preparación y dos de Sínodo.
No me ha defraudado, aunque tampoco ha llegado a entusiasmarme como la Evangelii Gaudium, ni a removerme como Laudato Sí. Pero la puerta queda abierta, removidos los obstáculos principales que la jerarquía de la Iglesia había puesto ante el tema, para que pasen los que quieran al otro lado del amor.
La cuestión queda ahora en manos del conjunto de las iglesias y de los cristianos, que tienen la oportunidad de replegarse, quedando en lo que había (con el miedo y las prohibiciones), diciendo que para ellos todo sigue igual, pero también la de un paso en adelante, un paso al amor, para cruzar la puerta, y situarse en el gran campo de la alegría del evangelio, en gesto de libertad creadora, en este momento esencial de la vida de la humanidad.
No me ha defraudado, pues el Papa nos dice que la puerta queda abierta, que podemos pasar al otro lado, pero tampoco me ha hecho saltar de alegría, pues los grandes problemas quedan aún pendientes. Es un texto inteligente, escrito con muchísimo cuidado, quizá más importante por lo que no dice que por aquello lo que dice.
‒ Por un lado, parece aceptar (y acepta, en un plano más alto) todo lo que ha dicho el Magisterio en los últimos cincuenta años, desde la Humanae Vitae del Papa Pablo VI, 1969, hasta Juan Pablo II y Benedicto XVI... Los que quieran leer desde el pasado pueden quedarse si quieren, aferrados a la letra de un pasado triste de mucha ley, de poca libertad cristiana.
‒ Pero, al mismo tiempo, este nuevo Documento, lo sitúa todo (o casi todo) en otra perspectiva, tras la línea divisoria de las aguas, para que vayamos en otra dirección, al otro lado, sin acusaciones ni pecados, en línea de madurez personal y responsabilidad. No lo resuelve todo, quedan los grandes problemas (la valoración de la mujer, la homosexualidad, un tipo de celibato...), pero el Papa nos ha dicho que por encima de todo está la libertad cristiana, en gesto de amor.
El Papa ha hecho lo que ha podido (lo que le han dejado hacer...). Ha sido prudente, no ha querido quemar las naves, ni condenar a los que piensan de otras formas... Somos ahora nosotros los que debemos cruzar la puerta y pasar al otro lado, al lado del Evangelio, que es Amoris Laetitia, alegría de amor.
Desde ese fondo quiero ofrecer algunas rápidas reflexiones, a partir de aquello que vengo diciendo sobre el tema, al que he dedicado un largo libro titulado La Familia en la Biblia (Verbo Divino, Estella 2014).
1. Buena base bíblica, pero insuficiente
Comenzaré con una reserva general: El documento es bíblicamente positivo, pero todavía le falta mucha Biblia. En otras palabras: lo que dice es bueno, pero, a mi entender, resulta insuficiente, no sólo por lo que oculta o calla (gran parte de la problemática del Antiguo Testamento, la novedad de la ruptura y re-creación familiar de Jesús...), sino incluso por lo que dice.
Está bien el canto a la mujer el que empieza (Sal 128), pero ese canto nos sitúa en la línea de una mujer naturaleza más que ante la mujer persona, como la que aparece, por ejemplo, en los versos de M. Benedetti, Te quiero (Poemas de otros), canto del uno al otro (esposo o esposa, amigo o amiga), una recreación del Cantar de los Cantares (¡muy silenciado en este documento!).
El Papa Francisco no sabe quizá mucha Biblia, pero conoce bien la poesía y así puede decir, en nombre del varón y/o de la mujer, en un camino de amor abierto a la justicia:
«Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos».
En este campo bíblico, está muy bien el comentario al canto al amor de 1 Cor 13, que el documento ha tomado como leitmotiv, pero hay otros pasajes del evangelio y de Pablo que son más novedosos y profundos en relación a la nueva familia mesiánica.
Queda todavía por explicar y aplicar lo que Jesús dice y hace (lo que rompe, lo que crea... ) en línea de amor, según los evangelios. Por eso sigo diciendo que la fundamentación bíblica es buena, debo añadir que resulta insuficiente, y quizá sesgada (¿donde queda el celibato de Jesús, su ministerio al lado de los distintos sexuales..., donde queda la exigencia de superar un tipo de padre y madre, de hermanos y parientes, para crear una comunión distinta, una alternativa de amor....?).
2. Es buena, muy buena, la reserva del documento que no quiere definir las cosas desde arriba
El texto empieza con un reconocimiento de las limitaciones (yo diría de las equivocaciones") de un tipo de Magisterio de la Iglesia en este campo. Bastará con citar estas frases, para entender que la puerta queda abierta
"Tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica. Por otra parte, con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación (36).
"Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas" (37).
Esto que se dice aquí es muy bueno, una puerta abierta, pero yo hubiera esperado aún más en este campo. Hubiera querido que el Magisterio hubiera perdón a los cristianos por haber legislado en temas sobre los que no tenía autoridad ni claridad (como en cuestiones de regulación de la natalidad), causando gran dolor en muchas familias, y logrando que al fin la inmensa mayoría de los cristianos no siguiera sus orientaciones.
En este campo (regulación de la natalidad) el Documento no dice nada nuevo. Simplemente constata (sin confesarlo externamente, con un estilo muy eclesial... de no negar, pero dejar a un lado) que el magisterio anterior, desde la Humanae Vitae (1968) no ha sido recibido en la Iglesia, que hay que abrir la puerta de otro modo.
De todas formas, la respuesta general de este documento me parece positiva, pues de pronto vemos que orienta y anima, pero deja en libertad a las iglesias y a los fieles, como si el gran Magisterio se retirara de la escena concreta, tras haberse metido excesivamente en ellas. Ésto es algo que quizá no se ve con claridad desde fuera, hay que saber un poco de lenguaje eclesiástico para descubrirlo... por eso habrá muchos que dirán que todo sigue igual (lo que no es cierto, pues la puerta queda abierta, para los que quieran pasar).
3. Hay cosas que no están maduras todavía.
Ciertamente, el documento se atreve a condenar una ideología llamada de "gender" (cf. num 56), pero lo hace a mi juicio sin verdadero convencimiento, porque algo hay que decir, sin penetrar en el tema, desde el evangelio. Quizá le falta el descubrimiento y desarrollo radical del valor de la persona, desde una clave mesiánica.
En esa línea resulta ejemplar la forma en que el documento valora la doctrina tradicional del Magisterio, tal como quedó fijada hasta la actualidad desde Pablo VI (el año 1968):
Es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae vitae de Pablo VI, que hace hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la valoración moral de los métodos de regulación de la natalidad [...] La opción de la adopción y de la acogida expresa una fecundidad particular de la experiencia conyugal» (82).
Quien entienda un poco el lenguaje eclesiástico, sabe que aquí se está diciendo "sí, pero no". Los principios generales de la Humanae Generis sobre la dignidad de la persona y el amor fecundo de los esposos son muy buenos..., pero su práctica no puede imponerse en la forma en que lo hacía el mismo documento de Pablo VI.
Alguien dirá que esta es una forma "jesuítica" de formular las cosas. Puede ser. Pero se trata de una forma inteligente de pasar página, admitiendo los valores generales de un Magisterio pasado, pero sin sacar las consecuencias que antes se sacaban, dejándolas estar en el pasado.
Por eso, las consecuencias que Pablo VI deducía de esa dignidad y de ese amor ya no se entienden como entonces, especialmente en lo que se refiere a la regulación de la concepción (métodos anticonceptivos). La Humanae Generis queda así como una declaración de principios, para seguir pensando en los temas, pero sin imponer sus consecuencias.
4. Queda abierta la puerta, lo importante es el camino
Este documento no ofrece en este campo ninguna palabra de condena, ninguna regulación externa. El tema queda (después de cincuenta año de dolor y de rechazo de muchos) en manos de la propia conciencia de los esposos y de la animación al amor de las iglesias... El tema queda en manos de las iglesias, de los obispos y sus comunidades, con más evangelio (¡alegría de amor!) y con mucho menos Derecho Canónico. No se trata de dar leyes, más leyes, sino de animar y acompañar a los creyentes en el camino.
Así me parece, pero me da un poco de miedo, pues quizá no haya obispos capaces de situarse en esa línea, de asumir a pie el camino, a pie de calle, a pie de vida, con olor de oveja... Muchos obispos de los que tenemos están creados para mirar y organizar desde arriba, sin entrar en el agua y el barro del evangelio, por donde andaba Jesús.
Este documento del Papa Francisco necesita obispos nuevos, nuevos pastores, que sepan de vida, de ovejas y gentes, poesía de vida, con más evangelio y menos Derecho Canónico, con más evangelio y menos miedos legales: Desde aquí se entienden las palabras principales del documento, aquellas donde alienta mejor el espíritu de Francisco, pues de trata de
"asumir el matrimonio como un camino de maduración, donde cada uno de los cónyuges es un instrumento de Dios para hacer crecer al otro. Es posible el cambio, el crecimiento, el desarrollo de las potencialidades buenas que cada uno lleva en sí. Cada matrimonio es una «historia de salvación», y esto supone que se parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez más sólida y preciosa. Quizás la misión más grande de un hombre y una mujer en el amor sea esa, la de hacerse el uno al otro más hombre o más mujer. Hacer crecer es ayudar al otro a moldearse en su propia identidad. Por eso el amor es artesanal" (221).
5. Planificación familiar, un tema de los esposos
Ciertamente, el Papa quiere que los matrimonios sean generosos en el don de la vida, es decir, en la comunicación del mismo amor, pero sin imposiciones externas, sin leyes dadas desde arriba. Ellos (marido y mujer) "están llamados redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae vitae (cf. 10-14) y la Exhortación apostólica Familiaris consortio (cf. 14; 28-35) para contrarrestar una mentalidad a menudo hostil a la vida".
Se trata de redescubrir el mensaje profundo, no la letra de ley... Se trata de redescubrir la alegría del amor y la libertad de la búsqueda persona, con responsabilidad... a pie de vida..., volviendo así a la palabra radical del Vaticano II:
Ellos, marido y mujer, son la verdadera "ley", como decía el Vaticano II: «Cumplirán su tarea [...] de común acuerdo y con un esfuerzo común, se formarán un recto juicio, atendiendo no sólo a su propio bien, sino también al bien de los hijos, ya nacidos o futuros, discerniendo las condiciones de los tiempos y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. En último término, son los mismos esposos los que deben formarse este juicio ante Dios» (Gaudium et spes 50).
Ciertamente, el documento sigue citando la Humanae Vitae, diciendo que «se ha de promover el uso de los métodos basados en los ritmos naturales de fecundidad" (Num 11). Pero no dice lo que son los "ritmos naturales", no los fija por ley. El texto abre la puerta, y recuerda lo que se decía, desde Pablo VI hasta Juan Pablo II, pero lo sitúa todo en otro campo, al otro lado de la puerta que se abre con llave de evangelio.
El Papa Francisco no se fija por ley el sentido de esos "ritmos naturales", de manera que debemos pensar que se trata de "ritmos personales", de líneas de evangelio, respetando la vida (es decir, el cuerpo y alma) de los esposos" (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2370), sabiendo evidentemente que los hijos son un maravilloso don de Dios, una alegría para los padres y para la Iglesia (250)... y queriendo así que sean eso, expresión de amor y de voluntad creadora, sin fijarse en prohibiciones físicas o química.
Que sean ellos, los esposos, hombre y mujer, los que se aman, como buenos artesanos/artistas del amor, los que decidan con libertad responsable, dentro de una Iglesia que no les impone leyes desde fuera, sino que camina con ellos en el barro enamorado de la tierra, llena de la gloria de Dios.
6. Temas colaterales: divorciados, homosexuales...
Evidentemente, el documento defiende la unidad familiar, como experiencia radical de comunión entre personas, pero dice (sin que nadie se lo haya exigido) que "los divorciados no están excomulgados" en cuanto divorciados (243), lo cual significa, dentro del contexto en que se dice, que, en cuanto divorciados (si viven el evangelio) pueden participar de la comunión eucarística de las iglesias.
En esa línea, el documento pide (num 244) que se agilicen los "procedimientos de nulidad", que de hecho, en las condiciones actuales, son procesos de "divorcio", bajo la autoridad de los mismos obispos (es decir, de las iglesias concretas), sin necesidad de recurrir a la Santa Sede. Eso significa que las iglesias (obispados, parroquias...) son las que tienen que decidir en cada casa sin los divorciados y vueltos a casar pueden comulgar y participar en la vida entera de la Iglesia si son creyentes, que es lo que importa (Dicho sea de paso, el Papa Francisco no ha inventado aquí nada: Esto es lo que se viene haciendo en miles y miles de parroquias, desde Buenos Aires hasta Madrigalete de Abajo).
Con respecto a los homosexuales, en contra de una teoría y praxis que ha sido normal en las iglesias, el documento (num 250) pide que las familias cristianas y las comunidades acojan con respeto a los homosexuales, no para "curarles" de la homosexualidad, sino para que puedan vivir cristianamente siendo homosexuales.
"Que les acojan las familias...", bien leído, significa que ellos mismos pueden crear sus familias; que se les acoja no como personas descarriadas, sino como signo y momento de un camino distinto dentro de la Gran Iglesia, madre y espacio de vida para todos.
Ciertamente, el documento tiene que decir que no se pueden equiparar las uniones entre dos homosexuales con el matrimonio cristiano... Pero en ningún momento critica las uniones afectivas y de comunión cristiana entre los homosexuales (251). Son uniones distintas, pueden ponerse otros nombres, pero son "uniones de valor cristiano".
En la línea del documento, la iglesia debería no sólo reconocer esas uniones (repito, aunque no les llame matrimonios), buscando una forma de ofrecerles su "bendición", es decir, su reconocimiento. El documento no lo dice así, pero de hecho lo presupone.
(Todo depende de la forma en que se lea el texto de ese documento equilibrista... La puerta está abierta, se trata de leer el documento desde un lado o desde el otro:
-- Si se parte del hecho de que los homosexuales han de ser respetados "en familia" se está suponiendo que ellos pueden crear una familia, se llame matrimonio o no (que eso es cuestión de palabras...).
-- Si se parte de decir que "no se pueden equiparar" las uniones de dos homosexuales con el matrimonio cristiano... se está diciendo que hay una diferencia (lo que es obvio...), pero se está valorando de hecho esa unión de los homosexuales, en línea cristiana...)
Mi interpretación del texto ha quedado clara en la exposición anterior).
7. Y muchas más cosas....
Muchas más cosas se pueden decir de este documento, que abre una puerta... El tema está en que las iglesias en conjunto (con sus obispos concretos) y los cristianos de a pie (¡todos vamos a pie en la Iglesia!) pasemos sin miedo al otro lado, con la alegría del amor.
Decía al principio que el documento es bueno, aunque le falta mucha más Biblia, buena Biblia (con el Cantar de los Cantares, con la opción de Jesús por los distintos, con la gran ruptura y novedad mesiánica del Evangelio....), leída desde la historia actual, desde la vida. De eso quizá seguiré hablando en otras ocasiones, desde la misma Biblia, con el Papa Francisco, abriendo la puerta del amor en la Iglesia.
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