sábado, 9 de abril de 2022

Sobre la revocación de mandato - PIETRO AMEGLIO

 

Sobre la revocación de mandato


Pietro Ameglio

La Consulta de Revocación de Mandato hacia el gobierno actual de López Obrador, que habrá en México el 10 de abril, es un paso fundamental hacia la construcción de la democracia en el país. Por supuesto que no la agota ni por asomo, que es sólo un punto de partida, pero concreto y real. Se trata de un medio para la autodeterminación del pueblo, de la gente, para que algunas decisiones claves también se tengan que tomar de abajo hacia arriba. Es la posibilidad para que tengamos la capacidad de decir ¡ya basta! a cualquier tipo de gobiernos corruptos, violentos o de abusos de poder. Nos parece históricamente muy importante que este derecho popular haya quedado en la ley y que se haga este primer ejercicio práctico en México, que quedará como un antecedente.

La siembra del “infantilismo social”, desde los grupos opositores de derecha y más ligados a los grandes poderes económicos -con todos sus aliados mediáticos y políticos-, buscó todo el tiempo desviar la atención de la discusión pública del fondo de la cuestión: impulsar el poder de la ciudadanía para controlar y vigilar a las autoridades, para que rindan cuentas, así como promover los derechos ‘desde abajo hacia arriba’. Y para ello, usaron la táctica de asociar “infantilmente” la iniciativa con la imagen del presidente, como si fuera algo personal de él, y no una lucha -encabezada ejemplarmente por él- por dejar un precedente histórico fundamental para el proceso democratizador mexicano. Llegaron a extremos de crítica de que se trataba de un despropósito -¿la democracia los tiene en su afán de instalarse definitivamente?– porque iba a costar mucho dinero o porque era sólo una campaña de auto-promoción del presidente, como si alguien con el nivel de popularidad que tiene necesitara de eso. Racionalmente ridículos los argumentos, pero vaya que funcionan en la “infantilización social”, y vaya que el INE con todo su poder y corrupción ha hecho lo imposible por bloquear este ejercicio ciudadano demócrata, quedando totalmente al descubierto la verdadera esencia de sus miembros.

Se trata, en el fondo, de una toma de conciencia de la población acerca de que se tiene poder, y, no sólo de eso, sino con la vuelta de tuerca de usarlo a ese poder, ejerciendo un voto a favor o en contra. Los “sin poder” avanzan en su acción de poder, en una “gimnasia” cada vez mayor en la toma de decisiones centrales nacionales. Así, es en el fondo, un ejercicio colectivo de uso del poder desde abajo para vigilar y controlar a los de arriba, para que rindan cuentas. ¡Cómo no va a ser una acción política y democrática básica y neural! ¿Quién la puede rebatir?

Por ello, esta acción es una forma también -indirecta- de resistencia social, pues ésta se basa en el principio de que “los gobiernos dependen en último término de la colaboración, o por lo menos de la obediencia de la mayoría de la población” (M. Randle), y ratificar o no esa co-operación u obediencia constituye una resistencia.

Gandhi, en su Programa Constructivo para la India, justamente coloca en el primer capítulo el empoderamiento ciudadano y su ejercicio -como no cooperación o desobediencia civil- como las bases más sólidas del autogobierno (swaraj) y de la autonomía personal:

“Hace mucho tiempo que estamos acostumbrados a pensar que el poder emana
únicamente de las asambleas legislativas. Considero esta creencia como un
grave error, debido a la inercia o al efecto de una sugestión colectiva. Un
estudio superficial de la historia británica nos ha llevado a creer que el
poder es confiado al pueblo por las asambleas parlamentarias. La verdad es
que el poder viene del pueblo y que para un tiempo determinado confiamos su
ejercicio a los representantes del pueblo que hemos escogido. El parlamento
no tiene ningún poder, ni existencia siquiera, independientemente del
pueblo. Durante estos últimos veinte años me he esforzado en convencer al
pueblo de esta verdad tan sencilla. La desobediencia civil es la llave del
poder. Imaginemos a un pueblo entero negándose a conformarse con las leyes
vigentes y dispuesto a soportar las consecuencias de esta insubordinación”.

Por su lado, los pueblos zapatistas en México, viven diariamente en sus comunidades y asambleas el principio ancestral de su autonomía que es lo que han denominado el “Mandar obedeciendo” para “buscar y encontrar la mejor manera de gobernar y gobernarse”. En su comunicado del 26 de febrero del 94, afirmaron que: “Fue nuestro camino siempre que la voluntad de los más se hiciera común en el corazón de hombres y mujeres de mando. Era esa voluntad mayoritaria el camino en el que debía andar el paso del que mandaba. Si se apartaba su andar de lo que era razón de la gente, el corazón que mandaba debía cambiar por otro que obedeciera…el que manda obedece si es verdadero, el que obedece manda por el corazón común…esa palabra nombró ‘democracia’ este camino…”. En cambio, “son los menos los que ahora mandan, y mandan sin obedecer (el mando de los más), mandan mandando” . “Los que mandan mandando deben irse lejos para que haya otra vez razón y verdad en nuestro suelo”.

Aclaramos que, ni por asomo estamos asociando en nada al actual gobierno mexicano con el gandhismo o el zapatismo, sólo queremos reflexionar que el derecho de la “revocación de mandato” se rehace, en parte, a la larga tradición de estas dos culturas indias tan humanizantes para nuestra especie. Y también a la historia de la idea y práctica de la democracia republicana occidental.

Para concluir, tratemos sólo de imaginarnos si nos hubiéramos quitado de encima (“los que mandan mandando deben irse lejos”) a los gobiernos de Calderón o Peña Nieto a los tres años:

la cantidad de decenas de miles de muertos, de desaparecidos, de despojos de recursos naturales y corrupción, de impunidad total en los hechos de los 43 estudiantes en Iguala, que nos hubiéramos ahorrado de sufrimiento, como familias y país.



***


No hay comentarios: