DIOS VIVE EN LA CIUDAD
Construyendo una red de comunidades
Boletín-3, Mayo de 2010
VER
En nuestro país en general y últimamente en el noreste de la nación, está creciendo la violencia e inseguridad. Al respecto, nuestros Obispos, en su exhortación pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” afirman que «Esta situación repercute negativamente en la vida de las personas, de las familias, de las comunidades y de la sociedad entera; afecta la economía, altera la paz pública, siembra desconfianza en las relaciones humanas y sociales, daña la cohesión social y envenena el alma de las personas con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza» (No. 2).
Frente a esta situación se han emprendido diversas acciones entre las cuales está lo que se ha llamado “La Guerra contra el crimen organizado”. Lamentablemente en esa guerra han muerto ya muchas personas incluso personas que nada tienen que ver en el asunto. Esta situación está provocando más resentimientos, fragmentación social y deseos de venganza, de tal forma que la tendencia hacia el futuro es hacia una violencia permanente y posiblemente creciente.
¿Qué situaciones de México influyen en el crecimiento de la injusticia y la violencia? Los obispos hacen una larga lista de las cuales subrayamos: La desigualdad en la distribución de la riqueza, la exclusión social, la pobreza, el desempleo y subempleo, los bajos salarios, el fortalecimiento de un modelo de economía de mercado incapaz, la corrupción endémica, la concentración de riqueza en pocas manos, las insuficientes garantías de seguridad que tienen los ciudadanos, la impunidad, la violencia en las relaciones laborales, la violencia intrafamiliar, la violencia entre adolescentes y jóvenes, la violencia contra los indígenas y migrantes, los medios de comunicación social que transmiten violencia, la falta de acciones realmente evangelizadoras de parte de la Iglesia. El predominio del hedonismo y del individualismo… (No. 83; Cf. AP 44 y 46).
Vivimos en una metrópoli cuyos ciudadanos poco participan y se comprometen en los asuntos eclesiales y en los sociales. Aunque algunas personas e instituciones han emprendido algunas iniciativas a favor de la paz, lo cual nos debería de animar a todos los ciudadanos, sin embargo, corremos el riesgo de llevar a cabo acciones aisladas e individualistas que no toquen las situaciones y personas realmente injustas.
JUZGAR
Dios organizó el cuerpo dando más honor al que menos valía, de modo que no hubiera división en el cuerpo y todos los miembros se interesaran por igual unos por otros. Si un miembro sufre, sufren con él todos los miembros; si un miembro es honrado, se alegran con él todos los miembros. Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese cuerpo. (1 Cor 12, 24-27)
Los obispos afirman con mucha claridad que «El debilitamiento, en la vida práctica, del sentido de Dios y del sentido del hermano, de la vida comunitaria y del compromiso ciudadano, es un “desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana” […] La situación de inseguridad y violencia que vive México exige una respuesta urgente e inaplazable de la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta respuesta parte del reconocimiento de las insuficiencias en el cumplimiento de nuestra misión, pues la crisis de inseguridad, el alto índice de corrupción, la apatía de los ciudadanos para construir el bien común y las distintas formas de una violencia, que llega a ser homicida, son diametralmente opuestas a la propuesta de Vida Nueva que nos hace el Señor Jesús» (Nos. 185-186).
ACTUAR
La misión permanente por el Reino de Cristo, implica necesariamente construir las parroquias en redes de comunidades eclesiales de base y demás pequeñas comunidades en donde cultivamos la vida comunitaria y fraterna. Pasar del individualismo a lo comunitario. Al buscar el bien de todos, cada uno también está bien.
La misión permanente nos lleva a tomar conciencia de la realidad eclesial y social y desde nuestra fe comprometernos y por tanto Participar como sujetos en la Iglesia y en la Sociedad. Pasar de objetos pasivos a sujetos que transforman el entorno.
Una vez organizados comunitariamente y comprometidos con Cristo y el Reino, nos solidarizamos con los rostros sufrientes de Cristo, es decir, con los más vulnerables, y trabajamos por destrabar todas aquellas situaciones que se mencionaron al principio. Pasar de la avaricia a la solidaridad, a la justicia y a la paz, es decir, al Reino de Cristo.
ceb.mty@gmail.com
Construyendo una red de comunidades
Boletín-3, Mayo de 2010
VER
En nuestro país en general y últimamente en el noreste de la nación, está creciendo la violencia e inseguridad. Al respecto, nuestros Obispos, en su exhortación pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” afirman que «Esta situación repercute negativamente en la vida de las personas, de las familias, de las comunidades y de la sociedad entera; afecta la economía, altera la paz pública, siembra desconfianza en las relaciones humanas y sociales, daña la cohesión social y envenena el alma de las personas con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza» (No. 2).
Frente a esta situación se han emprendido diversas acciones entre las cuales está lo que se ha llamado “La Guerra contra el crimen organizado”. Lamentablemente en esa guerra han muerto ya muchas personas incluso personas que nada tienen que ver en el asunto. Esta situación está provocando más resentimientos, fragmentación social y deseos de venganza, de tal forma que la tendencia hacia el futuro es hacia una violencia permanente y posiblemente creciente.
¿Qué situaciones de México influyen en el crecimiento de la injusticia y la violencia? Los obispos hacen una larga lista de las cuales subrayamos: La desigualdad en la distribución de la riqueza, la exclusión social, la pobreza, el desempleo y subempleo, los bajos salarios, el fortalecimiento de un modelo de economía de mercado incapaz, la corrupción endémica, la concentración de riqueza en pocas manos, las insuficientes garantías de seguridad que tienen los ciudadanos, la impunidad, la violencia en las relaciones laborales, la violencia intrafamiliar, la violencia entre adolescentes y jóvenes, la violencia contra los indígenas y migrantes, los medios de comunicación social que transmiten violencia, la falta de acciones realmente evangelizadoras de parte de la Iglesia. El predominio del hedonismo y del individualismo… (No. 83; Cf. AP 44 y 46).
Vivimos en una metrópoli cuyos ciudadanos poco participan y se comprometen en los asuntos eclesiales y en los sociales. Aunque algunas personas e instituciones han emprendido algunas iniciativas a favor de la paz, lo cual nos debería de animar a todos los ciudadanos, sin embargo, corremos el riesgo de llevar a cabo acciones aisladas e individualistas que no toquen las situaciones y personas realmente injustas.
JUZGAR
Dios organizó el cuerpo dando más honor al que menos valía, de modo que no hubiera división en el cuerpo y todos los miembros se interesaran por igual unos por otros. Si un miembro sufre, sufren con él todos los miembros; si un miembro es honrado, se alegran con él todos los miembros. Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese cuerpo. (1 Cor 12, 24-27)
Los obispos afirman con mucha claridad que «El debilitamiento, en la vida práctica, del sentido de Dios y del sentido del hermano, de la vida comunitaria y del compromiso ciudadano, es un “desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana” […] La situación de inseguridad y violencia que vive México exige una respuesta urgente e inaplazable de la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta respuesta parte del reconocimiento de las insuficiencias en el cumplimiento de nuestra misión, pues la crisis de inseguridad, el alto índice de corrupción, la apatía de los ciudadanos para construir el bien común y las distintas formas de una violencia, que llega a ser homicida, son diametralmente opuestas a la propuesta de Vida Nueva que nos hace el Señor Jesús» (Nos. 185-186).
ACTUAR
La misión permanente por el Reino de Cristo, implica necesariamente construir las parroquias en redes de comunidades eclesiales de base y demás pequeñas comunidades en donde cultivamos la vida comunitaria y fraterna. Pasar del individualismo a lo comunitario. Al buscar el bien de todos, cada uno también está bien.
La misión permanente nos lleva a tomar conciencia de la realidad eclesial y social y desde nuestra fe comprometernos y por tanto Participar como sujetos en la Iglesia y en la Sociedad. Pasar de objetos pasivos a sujetos que transforman el entorno.
Una vez organizados comunitariamente y comprometidos con Cristo y el Reino, nos solidarizamos con los rostros sufrientes de Cristo, es decir, con los más vulnerables, y trabajamos por destrabar todas aquellas situaciones que se mencionaron al principio. Pasar de la avaricia a la solidaridad, a la justicia y a la paz, es decir, al Reino de Cristo.
ceb.mty@gmail.com
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