Los pueblos originarios son la clave para la restauración ecológica
Los pueblos tradicionalistas llevan a cabo acciones urgentes ante el cambio climático.
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Hay en el mundo 370 millones de personas que protegen el planeta porque coexisten con él en una simbiosis ancestral, se trata de los pueblos originarios que se encuentran alrededor del mundo, en México tenemos 68 de estos pueblos.
Si no se vive cerca de la naturaleza no es tan fácil percibir el cambio climático y las alarmantes consecuencias que devienen de él, pero cuando se existe en la naturaleza es inevitable notar las sequías, la falta de alimento.
Una característica de los pueblos originarios es que habitan en territorios de basta biodiversidad, a saber, han coevolucionado con ella en una relación de mutuo sustento, donde el respeto significa la vida misma.
Las necesidades inmediatas de cualquier persona que viva en y de la naturaleza son cubiertas por ella, razón que conservarla ha sido una tarea de siempre, algo que el resto del mundo ha olvidado o no sabe cómo hacerlo.
La diferencia radica en la relación con el entorno, en la inexistente relación espiritual con él, algo que los pueblos originarios siguen practicando, obteniendo saberes ambientales y sistemas perfectos para la preservación y el bienestar de todos.
Alrededor del mundo existen ya proyectos de restauración ecológica que integran a los pueblos originarios, algunos sin mucho éxito porque no los integran a la planeación, siguen dejando pasar la gran sabiduría de estos pueblos.
El Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona, a encontrado que los proyectos ambientales que surgen desde las comunidades locales resultan más exitosos y asegurar un mantenimiento a largo plazo de las áreas restauradas.
El conocimiento de la tierra, sus tiempos y recursos de las comunidades originarias los colocan como punta de lanza en los grandes proyectos de restauración ecológica, pero desafortunadamente siguen estando ausentes en las discusiones ambientales.
El uso no destructivo de la naturaleza es posible, implica un replanteamiento de nuestras acciones de consumo, pero sobre todo del lugar e importancia que le damos a nuestros pueblos originarios.
Información de Inecc
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Los Hohokam son una civilización de la que se sabe poco y se especula mucho.
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Hohokam proviene del pápago y se puede traducir como "los que se fueron".
Este nombre fue dado por el arqueólogo Harold S. Gladwin, el responsable de las primeras investigaciones sobre esta cultura y de su denominación actual. Un aspecto importante sobre los hohokam es que no se trató de ningún grupo humano concreto.
Una de las características más conocidas de esta cultura fue su habilidad para construir sistemas de canalización de los ríos y de riego para sus campos. Los hohokam usaron las aguas de los ríos Salado y Gila para, mediante canales, poder regar sus tierras. Esta red de acequias llegó a alcanzar los 10 kilómetros de longitud y, además, contaban con una profundidad considerable.
Los hohokam comenzaron a intercambiar productos con los pueblos cercanos, como Pataya, como turquesas, la sal marina o los cascabeles de cobre. A cambio, obtenían artículos como las conchas marinas, la pirita e, incluso, cacatúas mexicanas.
La cultura hohokam logró una gran maestría en el ámbito de la artesanía. Para desarrollar esta actividad, sus artesanos utilizaron varias técnicas bastante avanzadas, como el grabado con ácidos. Uno de los materiales más utilizados era la concha de varios moluscos.
La organización política de la cultura hohokam es muy escasa. Solo los restos arqueológicos proporcionan algunas pistas sobre este aspecto. Las casas de la época Colonial que se han encontrado parecen evidenciar que existía una élite gobernante, tanto política como religiosa.
Los conocimientos sobre la sociedad hohokam son tan reducidos como los de su política. Al igual que en ese ámbito, solo se puede recurrir a los restos arqueológicos para desarrollar diferentes hipótesis: sus asentamientos eran similares a una ranchería, se levantaban cerca de las tierras de cultivo y contaban con varios edificios bastante agrupados.
Los historiadores señalan sobre la religión de la cultura hohokam son su carácter politeísta y la influencia que les llegó desde Mesoamérica. Pero se sabe que le dieron una gran importancia a sus divinidades relacionadas con la muerte. Según los restos hallados, a estos dioses se les ofrecían las mejores ofrendas y se cree que las ceremonias y rituales estaban dirigidos por una élite sacerdotal.
La incorporación del juego de la pelota, proveniente del centro de México, parece haber tenido un significado ritual. Aunque no se sabe si esta cultura creía en una vida después de la muerte y, en caso afirmativo, cómo se organizaría, sí es conocido que las ceremonias funerarias tenían una especial importancia.
Los muertos eran cremados y sus cenizas se depositaban en sepulturas o en vasijas de cerámica. Estos restos, tanto huesos como cenizas, se acompañaban de las correspondientes ofrendas dirigidas a los dioses de la muerte, como joyas o artículos de alfarería.
La cultura hohokam estuvo formada por diversos grupos étnicos que compartieron buena parte de la tradición cultural, a pesar de contar cada uno de ellos con su propia historia. Los principales centros ceremoniales de esta cultura estuvieron situados en Arizona y, como se comentaban, compartieron algunas características comunes con las civilizaciones del centro de México.
Este asentamiento de la cultura hohokam estaba situado en el valle del Gila. Se ha calculado que fue ocupado por primera vez en torno al 100 d. C. y que se mantuvo habitado hasta el 1500 d. C.
Para obtener buenas cosechas, dado que el terreno cercano apenas tiene agua, la población debió construir un importante sistema de acequias y canales, con lo que consiguieron que la tierra fuera más fértil y les proporcionara productos como el frijol, el tabaco, al algodón o el maíz.
De hecho, la estructura de Snaketown contaba con unos sesenta montículos y la localidad estaba construida en torno a una plaza central y de dos canchas destinadas a la práctica del juego de la pelota.
Las reliquias históricas de la cultura hohokam, es una casa fue construida en el siglo XVI y es la mayor levantada por los miembros de esta cultura en el valle del Gila. Al igual que otros edificios similares, los arqueólogos piensan que tenía varias funciones, y se piensa que sirvió como observatorio astronómico.
En el valle del Salado estuvo el Pueblo de los Muertos, denominado así por el primer explorador en investigar la zona, Frank Hamilton Cushing. Aquí aparecieron grandes cantidad de casas comunales, edificios que ocupan casi 2,3 kilómetros de superficie.
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Una pista más sobre la misteriosa civilización que habitó Yucatán hace muchos siglos.
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Xibalbá es el inframundo maya que aún tiene para nosotros muchos misterios, pero para los antiguos habitantes yucatecos el acceso a este lugar eran los cenotes, espacios sagrados donde se realizaban ciertos rituales.
Uno de aquellos rituales fue recientemente conocido gracias al descubrimiento de 137 manos impresas en las paredes de una cueva al sur de Yucatán, cuya ubicación se mantiene oculta para preservación del lugar.
Para llegar a dicha cueva atravesar la selva hasta un árbol de ceiba de 15 metros de alto, en cuyas raíces se encuentra un hoyo de 3 metros de diámetro por donde se ha de descender 10 metros para hallar la bóveda de 35 metros.
Al entrar a la cueva pueden observarse las 137 impresiones, algunas en negro y otras en rojo, de manos que en su mayoría imprimieron en la pared de la cueva los niños mayas que celebraban un ritual de transición de la niñez a la pubertad.
Al tratarse de una ceremonia realizada a las puertas de Xibalbá, se debe tener en cuenta que para los mayas este lugar significa nacimiento y muerte, transición, de ahí que las manos negras signifiquen muerte y las rojas, guerra o vida.
Al seguir el camino de la cueva se halló un rostro labrado y 6 relieves con pinturas igual de antiguas que refieren a inframundo, enseguida se encuentra un cenote donde fue encontrado un cráneo humano y huesos de animales.
En ese mismo espacio entra un haz de la luz del sol, entre las 11 y 12 del día creando un espectáculo único y mágico que sólo han podido atestiguar los investigadores que tras haber realizado estudios indican que la cueva tiene mil 200 años.
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Las impresiones, al parecer, tiene fueron hechas entre los años 800 y 1000, lo que falta saber de este lugar es descifrar porqué se hicieron ahí, los arqueólogos indican que se trata de un lenguaje o un código aún desconocido.
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La hija de la Sierra Tarahumara que pone en alto la ciencia mexicana
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Originaria de Bacaboche, un rancho muy cercano a Creel, pero residente de Chihuahua desde los 11 años, María Teresa Ramírez Vega creció con un padre nogalero y un hermano agrotecnólogo quienes la introducirían al terreno de la horticultura.
Además de ser artesana y basquetbolista, María Teresa ha dedicado sus días al estudio de la ciencia y tecnología aplicadas al cultivo de plantas de huerta en la que desarrolló una tesis para limpiar el agua de lavandería y ducha que solemos dirigir al drenaje de agua sucia.
La tesis consiste en crear humedales caseros donde se siembren semillas de cempasúchil y crisantemo para ser regadas por goteo con agua gris (liquido residual del lavado de trastes, ropa, entre otros). El paso del agua por la tierra la filtra y sale limpia.
El agua filtrada se puede reutilizar para el riego de plastas, el lavado de patios, automóviles o el aseo de pisos, pero no es apta para beber o preparar alimentos. Este sistema además de adornar los hogares con bellas flores significa un ahorro.
Además de los efectos económicos, el sistema de filtrado de Ramírez Vega activa dentro de las familias la responsabilidad del cuidado del agua en un tiempo todo ahorro significa un futuro mejor en materia económica y ecológica.
La limpieza del agua es posible gracias al sustrato (grava, arena, piedra de río) que contienen los canales del humedal, que por acción de los microorganismos adheridos al sustrato y raíces, se degrada la materia orgánica removiendo bacterias coliformes, y por absorción de las plantas se eliminan los contaminantes, como el nitrógeno y el fósforo.
La idea de la joven chihuahuenses vender el método de ahorro de agua que ha creado ante la evidente necesidad de cuidar a nuestros ríos de la contaminación por medio del trato de aguas residuales, pero por un sistema descentralizado y económico.
Esta tesis fundamentada en los sistemas naturales de los humedales tiene como ventajas el bajo costo de su construcción y mantenimiento, la ausencia de químicos, la captura de carbono gracias a la fotosíntesis de las plantas y puede generar bio-electricidad a través de los gradientes de electrones y protones que ocurren en el sustrato.
Esperamos que muy pronto la ecotecnología chihuahuense llegue a todas las grandes ciudades que más utilizan y contaminan el líquido vital
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El interés en las lenguas indígenas las mantendrá vivas.
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Solo dos mujeres en todo el mundo hablan el ku’ahl lengua originaria de Baja California que pertenece a la familia cochimí-yumana, familia lingüística que se habla esencialmente en el área de Ensenada al igual que el paipai con la que comparte algunos rasgos.
Como el gobierno local considera la lengua extinta su nombre a desaparecido del censo, esto ha obligado a los todavía pertenecientes al pueblo Ku’ahl, a registrarse como paipai, afortunadamente para este pueblo, los medios locales encontraron a dos hablantes de esta lengua.
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Sin embargo, los medios locales descubrieron que aún hay dos hablantes de ku’ahl: Teresa y Daria Armenta. Teresa no habla otro idioma, solo ku’ahl así que cuando necesita comunicarse con otras personas recurre a Diana que le apoya como traductora.
Además de hablar la lengua casi extinta, ambas luchan para darla a conocer, razón por la que abrieron el Museo Ku’ahl con sus propios recursos. Ubicado en la Misión de Santa Catarina, Baja California, el museo es un cuarto de adobe que expone pliegos de papel con palabras en ku’ahl.
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El museo fue abierto con sus propios recursos y se sostiene con la venta de piezas de alfarería que Diana elabora con sus propias manos. Otro sobreviviente a las invasiones, la evangelización y la castellanización es el Ayapaneco, lengua que se habla en Ayapa, Tabasco, y que se mantiene viva por Isidro Velázquez de 69 años y Manuel Segovia de 75 años.
Esta lengua ha tratado de ser recuperada por el antropólogo lingüista, Daniel Suslak, de la Universidad de Indiana, que tratando de ubicar a los últimos hablantes para la realización de un diccionario de ayapaneco, descubrió que los señores no se dirigen la palabra.
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Así como no se conoce el porque estos hombres no se hablan, también se desconoce porqué ambos hablan versiones distintas del ayapaneco, no obstante, las dos fueron incluidas en el diccionario. Otra parte del proyecto también fue enseñar la lengua que no tiene reglas gramaticales.
Todavía alrededor del año 1940, el ayapaneco era usado por los habitantes de la población, pero poco a poco cayó en desuso y pronto fueron más los que sólo lo entendían pero no podían hablarlo, por ende, ya no pudo ser enseñado a las siguientes generaciones.
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El nombre real de la lengua ayapaneca es Nuumte Oote -la verdadera voz- y al igual que el Ku’ahl, forman parte de las 25 lenguas mexicanas en riesgo de desaparecer, éstas se distinguen por tener sólo un par de hablantes sobrevivientes.
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