Morrales de los lunes – 25 de abril de 2016
CANTO: “Gracias a la vida” Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me dio dos luceros que, cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco, y en el alto cielo su fondo estrellado, y en las multitudes el hombre que yo amo. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado el oído que, en todo su ancho, graba noche y día grillos y canarios, martillos, turbinas, ladridos, chubascos, y la voz tan tierna de mi bien amado. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado el sonido y el abecedario, con él las palabras que pienso y declaro: madre, amigo, hermano, y luz alumbrando la ruta del alma del que estoy amando. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado la marcha de mis pies cansados; con ellos anduve ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, y la casa tuya, tu calle y tu patio. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me dio el corazón que agita su marco cuando miro el fruto del cerebro humano, cuando miro el bueno tan lejos del malo, cuando miro el fondo de tus ojos claros. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado la risa y me ha dado el llanto. Así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto y el canto de ustedes que es el mismo canto, y el canto de todos, que es mi propio canto. Gracias a la vida que me ha dado tanto.
TEXTO: Jn 14,23-29: El Espíritu Santo les recordará lo que les he dicho
LECTURA: En el evangelio de Juan, Jesús, dentro del contexto de la Ultima Cena y del gran discurso de despedida, insiste en el vínculo fundamental que debe prevalecer siempre entre los discípulos y él: el amor. Judas Tadeo ha hecho una pregunta a Jesús: “¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo”? Obviamente, Jesús, su mensaje, su proyecto del reino, son para el mundo; pero no olvidemos que para Juan la categoría “mundo” es todo aquello que se opone al plan o querer de Dios y, por tanto, rechaza abiertamente a Jesús; luego, el sentido que da Juan a la manifestación de Jesús es una experiencia exclusiva de un reducido número de personas que deben ir adquiriendo una formación tal que lleguen a asimilar a su Maestro y su propuesta.
MEDITACIÓN: Finalmente, Jesús entrega a sus discípulos el don de la paz: “mi paz les dejo, les doy mi paz” (v. 27); testamento espiritual que el discípulo habrá de buscar y cultivar como un proyecto que permite hacer presente en el mundo la voluntad del Padre manifestada en Jesús.
ORACIÓN: Dios Padre y Madre: envía sobre nosotros tu Espíritu de sabiduría, para que, conforme prometió Jesús, nos vaya recordando todo lo que tu Hijo nos enseñó, y nos vaya haciendo descubrir otras muchas posibilidades que aquellas mismas enseñanzas comportan para vivir la fe de un modo nuevo, con fidelidad creativa, en este mundo también nuevo en que nos ha tocado vivir. Por J.N.S.
CONTEMPLACIÓN: ¿Qué sería para mí la circuncisión del corazón? La Paz os dejo, la Paz les doy...: ¿Vivo en la Paz?
Amenazas a la Madre Tierra y cómo hacerles frente
Hay cuatro amenazas que pesan sobre nuestra Casa Común y que exigen de nosotros especial cuidado. La primera es la visión pobre de los tiempos modernos de la Tierra sin vida y sin propósito: objeto de la explotación despiadada con vistas al enriquecimiento. Tal visión, que ha traído beneficios innegables, ha acarreado también un desequilibrio en todos los ecosistemas que ha provocado la actual crisis ecológica generalizada. Con ese afán fueron eliminados pueblos enteros.
En enero de 2015, 18 científicos publicaron en la famosa revista Science un estudio sobre “Los limites planetarios: una guía para un desarrollo humano en un planeta en mutación”. Enumeraron 9 aspectos fundamentales para la continuidad de la vida. Entre ellos estaban el equilibrio de los climas, el mantenimiento de la biodiversidad, la preservación de la capa de ozono, el control de la acidificación de los océanos. Todos estos aspectos se encuentran en estado de erosión. Pero dos, que ellos llaman los “límites fundamentales”, son los más degradados: el cambio climático y la extinción de las especies. La quiebra de estas dos fronteras fundamentales puede llevar a nuestra civilización al colapso.
En este contexto, cuidar la Tierra significa que al modelo de la conquista, que devasta la naturaleza, debemos oponer el modelo del cuidado, que protege la naturaleza. Este cura las heridas pasadas y evita las futuras. El cuidado nos lleva a convivir amigablemente con todos los demás seres y a respetar los ritmos de la naturaleza. Debemos producir lo que necesitamos para vivir, pero con cuidado, dentro de los limites soportables de cada región y con la riqueza de cada ecosistema.
La segunda amenaza consiste en la máquina de muerte de las armas de destrucción masiva: armas químicas, biológicas y nucleares. Estas armas, que ya están montadas, pueden destruir toda la vida del planeta de 25 formas diferentes. Como la seguridad nunca es total tenemos que cuidar que no sean usadas en guerras y que los mecanismos de seguridad sean cada vez más estrictos. A esta amenaza debemos oponer una cultura de paz, de respeto a los derechos de la vida, de la naturaleza y de la Madre Tierra, la distensión y el diálogo entre los pueblos. En vez del gana-pierde, vivir el gana-gana, buscando convergencias en las diversidades. Esto significa crear equilibrio y generar el cuidado.
La tercera amenaza es la falta de agua potable. De toda el agua que existe en la Tierra solo el 3% es agua dulce, el resto es salada. De este 3%, el 70% va a la agricultura, el 20% a la industria y solamente un 10% va al uso humano. Es un volumen irrisorio, lo que explica que más de mil millones de personas vivan con insuficiencia de agua potable.
Tenemos que cuidar el agua de la Tierra y cuidar los bosques y las selvas, pues son las protectoras naturales de todas las aguas. Cuidar del agua exige velar para que los manantiales estén rodeadas de árboles y todos los ríos tengan su vegetación de ribera, pues esta alimenta las fuentes. Sucede que más de la mitad de las selvas húmedas han sido deforestadas, alterando los climas, secando ríos o disminuyendo el agua de los acuíferos. Lo que mejor podemos hacer siempre es reforestar.
La cuarta gran amenaza está representada por el calentamiento creciente de la Tierra. Es propio de la geofísica del planeta que este conozca fases de frío y fases de calor que siempre se alternan. Pero este ritmo natural ha sido alterado por la excesiva intervención humana en todos los frentes de la naturaleza y de la Tierra.
El dióxido de carbono, el metano y otros gases del proceso industrialista han creado una nube que rodea toda la Tierra y retiene el calor aquí abajo. Estamos cerca de los 2 grados centígrados. Con esta temperatura todavía se pueden administrar los ciclos de la vida.
La COP21 de Paris a finales del 2015 creó un consenso entre los 192 países con el fin de hacer todo lo posible para no llegar a los 2 grados centígrados, y tender a 1,5 grados centígrados, el nivel de la sociedad preindustrial. Si sobrepasamos este nivel, la especie humana estará peligrosamente amenazada.
No sin razón los científicos han creado una nueva palabra para calificar nuestro tiempo: el antropoceno. Este configuraría una nueva era geológica, en la cual la gran amenaza a la vida, el verdadero Satán de la Tierra, es el propio ser humano con su irresponsabilidad y falta de cuidado.
Otros lanzan la hipótesis según la cual la Madre Tierra no nos querría ya viviendo en su Casa y buscaría la manera de eliminarnos, ya fuera mediante un desastre ecológico de proporciones apocalípticas o por alguna superbacteria poderosísima e inatacable, permitiendo así que las otras especies ya no se sientan amenazadas por nosotros y puedan continuar con el proceso evolutivo.
Contra el calentamiento global debemos buscar fuentes alternativas de energía, como la solar y la eólica, pues la fósil, el petróleo, el motor de nuestra civilización industrial, produce en gran parte dióxido de carbono. Tenemos que poner en práctica las distintas erres (r) de la Carta de la Tierra: reducir, reusar y reciclar, reforestar, respetar y rechazar las llamadas al consumo. Todo lo que pueda contaminar el aire debe ser evitado para impedir el calentamiento global.
(Texto de Leonardo Boff)
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