UN SUEÑO PARA SOÑARLO JUNTOS
Pedro Pierre
¿Cuál es
nuestro sueño mayor para este año nuevo? La actual pandemia nos obliga a repensar
y cambiar muchas cosas. Ahora ya sabemos que la vida no va a ser como antes de
la pandemia. Si no nos planteamos cómo vamos a vivir personal y colectivamente,
otros lo van a decidir por nosotros… como ya está pasando al nivel
internacional. El presidente Biden ha designado a 2 de sus enemigos que estarían
perjudicando los intereses nacionales de Estados Unidos: Rusia y China. Eso
hace prever bastantes tensiones. También señaló que hay que ayudar a América
Latina a ser mejor relacionada con Estados Unidos, se entiende para el
beneficio de ellos. Eso significa que los gobiernos progresistas no son del
agrado del gobierno norteamericano…
Todos los
análisis nos presentan 2021 como un año difícil para América Latina y Ecuador
en particular: van a progresar el desempleo y la crisis económica, la pandemia
seguirá al acecho, los jóvenes, las mujeres y los sectores populares van a ser
los más perjudicados. Tal vez por estas razones, el papa Francisco ha decidido
que, los cristianos, aprovechemos este año nuevo en compañía de san José, el
padre de Jesús, ‘el hombre de los sueños’, de los sueños esperanzados. Antes de
él, en el primer libro de la Biblia se nos habla de otro ‘hombre de los
sueños’, como lo llamaban sus hermanos. Se llamaba también José… y terminó primer
ministro de Egipto.
Recordemos
también lo que se nos dice en las primeras páginas de los Hechos de los
Apóstoles: “Derramaré mi Espíritu sobre cualesquiera de los mortales. Sus hijos
e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán
sueños proféticos”. Al comenzar este año, preguntémonos: ¿Qué profetizan
‘nuestros hijos y nuestras hijas? ¿Qué visiones tienen ‘nuestros jóvenes’? ¿Qué
sueños tienen nuestros ancianos? Eso de vivir “a la buena de Dios” no funciona:
Dios no hace las cosas en vez nuestra. Si dejamos que “venga lo que venga”,
bien puede ser que venga lo peor. Es tiempo de despertar, levantarnos y tomar
nuestras vidas en nuestras manos: empezar a ser dueños de nuestro futuro y de nuestro
destino. Tomemos la vida en serio, pues las cosas se ponen “color de hormiga”,
como se dice. Es tiempo de tomar en cuenta los deseos de las y los hijos, las
visiones de los jóvenes y los sueños de los ancianos.
Contra el confinamiento
de la pandemia, nos miran para ver la clase de adultos que somos: los niños
desean prepararse adecuadamente con una educación que enfrente los retos de
hoy, los jóvenes tienen visiones de un futuro que les depare una vida digna,
los mayores sueñan con un país distinto donde quepa todo el mundo, beneficiándonos
todos de las riquezas y los bienes nacionales. Para eso tenemos que detener la
corrupción generalizada que roba miles de millones y deja el país exangüe y sin
capacidad de progresar. El rancio individualismo que no caracteriza tiene que
ceder el paso a la unión y la organización: es imposible que individualmente
podamos hacer frente a los desafíos que se nos presente. El papa Francisco no
urge: “¡Tengan un sueño que les haga soñar!”
Dejemos de vivir al día para proyectar no sólo un futuro mejor sino los pasos para lograrlo: Estos pasos deben ser colectivos, porque, si los problemas son de todos, las soluciones también. Sentémonos en familia para decirnos cómo vamos a vivir este nuevo año: ¿Dónde estamos fallando? ¿Dónde tenemos que progresar? ¿Qué podemos aportar cada uno y cada una? Entonces se dará el milagro que los más pequeños aporten con sus ilusiones, los jóvenes con sus visiones más profundas y los mayores con los sueños que no han podido hacer realidad. Se terminó la farsa de que “¡yo me las arregló sólo”, porque eso concluye en un desastre. ‘Juntos’ es el camino, unidos es la solución, hombro con hombro es el desafío.
Entonces juntos construyamos un sueño común comenzando por la familia,
luego para la profesión, y también para el país. El futuro es siempre el
resultado de los sueños de unos pocos que deciden unirse para hacerlos realidad…
y la mayoría nos quedamos en la vereda del camino y luego estamos arrastrados
para el beneficio exclusivo de estos pocos.
Hagamos un sueño. Juntemos nuestros sueños. Hagamos avanzar un sueño común, un sueño atrevido que nos cambie la vida para mejor. Que José, el padre de Jesús, tranquilo y decidido, haga fructificar nuestros sueños para el bien de todos. ¡Feliz año nuevo!
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