En camino hacia la Asamblea Eclesial Latinoamericana 1
Por eso, queridos hermanos, y yo aquí ya bajando a la realidad de nuestra Arquidiócesis, quiero admirar y darle gracia al Señor porque en ustedes, pueblo de Dios, comunidades religiosas, comunidades eclesiales de base, gente humilde, campesinos, ¡cuántos dones del Espíritu! Si yo fuera un celoso como los personajes del evangelio y de la primera lectura, diría: «¡prohíbaselo, que no hable, que no diga nada, sólo yo Obispo puedo hablar!» ¡No!, yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo; y, entonces, sí, recibir del pueblo y analizarlo y junto con el pueblo, hacerlo construcción de la Iglesia.
Así tenemos que construir nuestra Iglesia: respetando el carisma jerárquico del que discierne, del que unifica, del que lleva a la unidad los diversos carismas variados; y los jerarcas, los sacerdotes, respetando lo mucho que en el pueblo de Dios deposita el Espíritu. Porque muchas veces sucede lo que deseó Moisés: «¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!» Yo creo que en nuestra Arquidiócesis está pasando esto: es el pueblo que está recibiendo el espíritu de Dios. Yo cuando visito las comunidades las respeto y trato de orientar la mucha riqueza espiritual que yo encuentro hasta en la gente más humilde y sencilla. Esta construcción en la armonía es lo que el Señor nos pide. [Mons Romero. 30 Septiembre 1979 VII pg 302]
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