jueves, 17 de marzo de 2022

Claves para comprender y desaprender la guerra - ssm





Claves para comprender y desaprender la guerra


Las últimas semanas, la atención mundial ha estado puesta en el conflicto bélico en Ucrania, cuya importancia rebasa las fronteras de la región de Europa del Este, no sólo por sus consecuencias sociales y económicas a nivel global, sino por sus raíces históricas y políticas que constituyen un complejo entramado que involucra a las principales potencias occidentales en su afán por expandir su dominio comercial y militar sobre regiones estratégicas que son la base de su insostenible modelo de consumo irrestricto de bienes y servicios. También importa a miles de kilómetros de distancia, poque ninguna guerra ennoblece a los hombres (Terrence Malick, 1998), evidencia el fracaso de una humanidad sumida en la violencia, incapaz de progresar sin autodestruirse.

Mientras escalaba el conflicto, se alertaba en la opinión internacional sobre el inicio de una tercera guerra mundial, al borde de la cual parecemos estar siempre de forma inminente sin que ese desenlace ocurra. Y es que, sin ocurrir, lo cierto es que el mundo vive en estado de guerra permanente, plagada de conflictos nacionales internos y de disputas geopolíticas transnacionales cuyos denominadores comunes evidencian la existencia de un proyecto global orientado al sostenimiento y avivamiento de las guerras y la militarización, como mecanismo para mantener intacta la frágil economía de mercado que domina el globo.

La conflictividad social creciente que caracteriza a nuestras sociedades es por tanto consecuencia de dicho modelo, no como un daño colateral involuntario e inevitable en la aparente "búsqueda de la paz mundial", sino como estrategia intencionada y de espectro completo para abatir toda resistencia alternativa que quiera oponerse o sustraerse de los intereses económicos detrás de las guerras.

Para deshilvanar estos hilos invisibles en el andamiaje social y político nacional, proponemos algunas claves para entender la coyuntura actual tanto en su nivel macro representado en el conflicto ucraniano, como en su nivel cotidiano en la vida del país, donde se multiplican los rostros de la violencia y sus víctimas. La intención es que estas provocaciones nos ayuden a encontrar caminos certeros y colectivos para desaprender la guerra y hacer posible el sueño de una paz que nazca de la justicia y la no-violencia.

1. Como han señalado analistas de diversas partes del orbe, el conflicto en Ucrania no es reciente ni exclusivamente bilateral con Rusia, se fue gestando en toda la franja de países de Europa del Este, a partir de la expansión de la OTAN en la región impulsada por los Estados Unidos menos de un lustro después de la caída del Muro de Berlín, en contra del acuerdo establecido en ese entonces con la Unión Soviética de no anexión de los países del este al organismo internacional. Esta ofensiva eminentemente militar fue escalando la tensión con Rusia, quien vio agotarse paulatinamente todo esfuerzo político por salvaguardar la integridad de su frontera occidental frente a la estrategia geopolítica estadounidense, no siendo el de Ucrania el primer conflicto bélico consecuencia de esta tensión provocada.


2. Toda guerra es fundamentalmente una guerra económica. La actuación de la Alianza del Atlántico Norte (y su expansión) se basa en el argumento de la seguridad nacional de sus países miembros. Ha sido la misma premisa con la que, por más de un siglo, Estados Unidos ha expandido su influencia militar por todo el orbe, y de manera especial en aquellas regiones de especial valor estratégico y económico, sea a través de bases militares propias, misiones humanitarias de la ONU o la intervención de la OTAN, éstas dos últimas sus brazos largos en la práctica. Fue el mismo discurso calculado con el que Joe Biden escaló en Ucrania la tensión e incertidumbre necesarias que eventualmente le permitieran, entre otras cosas, reducir de 15 a 5 minutos la capacidad de alcance de sus misiles nucleares sobre Moscú, complejo escenario ante el cual el presidente Vladimir Putin no dudó en actuar. Pero bajo este alegato público con el que las grandes potencias occidentales justifican políticamente la guerra, se esconde otra trama que nada tiene que ver con soberanías ni derecho internacional, sino con su pérdida de hegemonía económica y comercial frente al gigante asiático y la dependencia energética europea respecto de Rusia.

3. Las guerras son y han sido en sí mismas un negocio, en particular para los principales países productores y exportadores de armas (tan solo entre EUA, Francia, Alemania e Inglaterra se cubre más del 50% de dichas exportaciones, con la predominancia norteamericana del 36%, con cifras de la última década); pero también son el pretexto perfecto para expandir las ganancias más allá de la industria armamentista, mediante sanciones económicas a países considerados enemigos y el debilitamiento político y social de aquellos otros que proporcionan la mayoría de las materias primas sobre las que se sostiene el estilo de vida de los países ricos. Así ha sucedido con todas las guerras provocadas por Estados Unidos (y sus aliados), incluidas las de Europa del Este mediante las cuales pretende por un lado restringir las exportaciones rusas de gas e hidrocarburos a occidente y, consecuentemente, cubrir con sus propias exportaciones la alta demanda y expandir así su dominio comercial; Rusia, consciente de ésta y otras aristas en juego, actuó decididamente en el conflicto ucraniano.

4. Lo dicho ayuda a comprender, pero no a justificar conflicto bélico ninguno. Nada justifica la guerra y tenemos siempre que oponernos a ella, aun cuando se nos torne inevitable. Y quien mejor para recordárnoslo que el EZLN, cuyo levantamiento armado en 1994 nos alertó sobre estas lógicas presentes en el modelo neoliberal que se cernía sobre nuestra nación; ocultos sus rostros bajo el pasamontaña hicieron visible al mundo el corazón de los pueblos, y después de este acto depusieron las armas y emprendieron el camino de la paz con justicia en los caracoles zapatistas donde se construye día a día ese Otro mundo posible. El pasado domingo 13 de marzo, bajaron de nuevo de la montaña (la selva lacandona) y se movilizaron en miles en varias cabeceras municipales del estado de Chiapas para anunciar el arranque de una campaña mundial contra todas las guerras del capital, no sólo en Ucrania sino también en Palestina, el Kurdistán, Siria, el pueblo Mapuche y los pueblos originarios en todo el planeta, así como tantos y tantos procesos libertarios que son agredidos, perseguidos, asesinados, silenciados, distorsionados. (Comunicado del a Comisión Sexta Zapatista, 9 de marzo de 2022). A ese llamado se sumaron otros tantos miles en México y en el mundo mediante el arte, la resistencia y la rebeldía, conscientes de las consecuencias que ha tenido este sistema depredador en nuestro país y el planeta tierra, y que es necesario analizar.

5. Y es que las últimas semanas hemos visto escalar también en México una tensión que no es resultado sino de las mismas lógicas que alimentan las guerras. La violencia y la inseguridad se han convertido de por sí en la característica cotidiana en gran parte del territorio nacional como consecuencia de una interminable guerra contra el crimen organizado, que fue iniciada en 2007 no por un interés legítimo del gobierno en turno por combatir las drogas, sino para responder a las presiones e intereses del vecino país del norte por regular un mercado del que es el principal consumidor en el mundo. A la par que nuestro país se teñía de rojo, durante tres lustros se multiplicaron los rostros de la violencia, con innumerables víctimas mortales (+350,000) y de desaparición forzada (+95,000), destrucción del tejido social y comunitario, feminicidios (en promedio +11 al día), trata y tráfico de personas (en especial de migrantes), asesinatos de periodistas (+125) y defensoras/es de derechos humanos y del territorio (+200), reclutamiento masivo de jóvenes por parte del crimen organizado, militarización acelerada de la seguridad pública (con la consecuente criminalización de la protesta social y la defensa de los derechos humanos, el tráfico legal e ilegal de armas, el crecimiento de la inseguridad y la pérdida de soberanía por la intromisión de la inteligencia estadounidense en la seguridad nacional), la complicidad entre el crimen organizado y prácticamente todos los niveles de gobierno… por mencionar los rostros más visibles y dramáticos de una guerra que no pedimos y ahora no podemos detener.

6. Pero tras estos rasgos visibles de la guerra, existen otros no del todo visibles. Con la población atrincherada por el miedo (fruto podrido mediático) y por las balas, aconteció de 2007 a 2018 la mayor entrega de nuestros recursos y nuestra soberanía de que se tenga memoria. Legal o ilegalmente, mediante reformas estructurales y sin ellas, se puso en venta la nación en prácticamente todos sus ámbitos estratégicos: energético y de recursos naturales, financiero, laboral y sindical, educativo, en telecomunicaciones, salud, derechos civiles y políticos… siendo la condición de posibilidad de todo ello, la institucionalización de la corrupción. La función pública, el ejercicio legislativo y hasta el poder judicial en sus diversos niveles fue invadido por los intereses de las elites económicas nacionales y extranjeras, perpetrando literalmente un saqueo a las arcas públicas desviando recursos a través de todo mecanismo u organismo público posible, con la connivencia de la Secretaría de Hacienda y otras tantas dependencias tanto del ámbito federal como locales. El daño patrimonial fue mayúsculo, y hasta ahora la impunidad ha prevalecido.

7. Al triunfar la 4ª Transformación en 2018, AMLO recibe en herencia esta enorme deuda social y económica en forma una incontenible espiral de violencia y corrupción que no se ha podido detener y sigue elevando las cifras de víctimas. Todo esfuerzo por al menos apuntalar esta caída libre al abismo ha tenido resultados nimios, pues el saneamiento del estado es una tarea lenta y un cambio radical e integral en la estrategia de seguridad ha sido prácticamente imposible: la militarización no sólo continúa, sino que se ha extendido a otros ámbitos de la vida nacional históricamente civiles; si bien se ha detenido la ola privatizadora de los megaproyectos, estos siguen vigentes así como sus consecuencias para los pueblos y la naturaleza, a pesar de que ahora estén en manos de la nación; más allá del uso faccioso e indolente que la derecha hace de la inseguridad y la violencia en nuestro país (v.gr. Resolución del Parlamento Europeo sobre la situación en México, 10 marzo 2022), el crimen organizado sigue incontrolable y las disputas por el territorio siguen cobrando la vida de periodistas y defensores/as, jóvenes, mujeres, migrantes, y multiplicando las personas desaparecidas y el vacío de poder en muchas regiones del país. No parece haber solución plausible para este drama humanitario, a pesar de los enormes pero aislados esfuerzos que se realizan desde todo el espectro social y político vigente.

8. El debilitamiento de la sociedad civil y los movimientos sociales provocado por la guerra, sumado a la fractura de la relación con el gobierno de la 4T, tampoco han permitido remontar la desarticulación de agendas ni hacer frente común tanto a la militarización creciente como a los megaproyectos, no solo para oponérseles sino para emprender la construcción de un proyecto alternativo de país que sume el mayor numero de sujetos posible y plantee caminos distintos de recuperación, por las sendas de la paz y la justicia, de otra economía posible, desde otras lógicas que las del mercado depredador. Con la pandemia nos llovió sobre mojado, y aun así, sus consecuencias no se comparan con los estragos de la guerra, pero sí los agravan y sumen en la incertidumbre la vida cotidiana y las esperanzas de la gente. ¿Qué hacemos entonces?

9. ¿Cómo desaprender la guerra? ¿Dónde está la esperanza? Indudablemente no hay camino para la paz, sino la paz con justicia y no-violencia es el camino. Y es el pueblo y los pueblos los que nos preceden en este desafío urgente, al llamarnos como ahora los zapatistas, a oponernos abiertamente a todas las guerras no mediante las armas sino mediante el arte y la cultura, la resistencia y la rebeldía a las lógicas del capital. La sabiduría milenaria de nuestros pueblos originarios, con la que han resistido mas de 500 años de colonización y violencia, se convierte hoy en la llama que nos guíe en medio de la oscuridad y con la cual podamos reducir al polvo este monstruo que azota al mundo y que es como una hidra de mil o más cabezas a la que le cortas una y le salen más, o la que casi todo lo refuncionaliza a su favor. Esta sabiduría para tiempos urgentes nos convoca a abandonar el individualismo y el interés personal de acumulación, para hacer comunidad y comunalidad en las que se mire al Otro y a la Otra en su dignidad y autonomía, en su diferencia, pero también con la empatía que nos lleve a descubrir en medio del dolor, los sueños comunes que viajan por caminos distintos, pero nunca distantes. Aprender a mirarnos de nuevo y a mirar juntas y juntos el horizonte, es pues el punto de partida para emprendimientos más allá de las fronteras impuestas o autoimpuestas dentro de las cuales se reproduce la exclusión. Vivimos un tiempo inédito, y nos toca por tanto construir caminos inéditos desde la memoria, la inconformidad y la esperanza.


Ciudad de México, 16 de marzo de 2022


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