a la Asamblea Eclesial de América Latina y Caribeña
     
    Desde nuestros pueblos y nuestras luchas, desde el caminar de  las y los pobres y excluidos del mundo, saludamos el encuentro de la fe y el  compromiso acontecido en esta inédita Asamblea Eclesial de la que esperamos emerjan  nuevas fuerzas y atrevimientos para una iglesia continental necesitada en las  calles y en los senderos donde la humanidad se juega la existencia.
    Para ello, desde nuestros corazones hacemos oír nuestras  voces como ecos del clamor de los pueblos originarios, las víctimas de  desaparición forzada, las y los jóvenes, las multitudes que migran, las  diversas fes y confesiones religiosas, las mujeres, las y los defensores de la  Madre Tierra.
    Desafíos y esperanzas que deseamos resuenen también en las  aulas y pasillos y diálogos de la Asamblea, y provoquen las respuestas  pertinentes:
     
    Nuestros desafíos y esperanzas en  medio del camino
     
    Reconocemos el esfuerzo de  sinodalidad que inspira esta Asamblea y deseamos que en ella y después de ella  se haga posible el sueño de un nuevo modelo de práctica pastoral, en el que el  pueblo sea otra vez el protagonista de la misión por el Reino.
    Que el distanciamiento enorme entre  las prioridades de la cúpula eclesial y las de las bases se diluya al tocar la  necesidad real del pueblo de Dios.
    Que la iglesia toda se baje de los  caballos y carros en los que se ha montado y camine al ritmo de los pueblos mirándolos  como actores, sujetos y no simples espectadores.
     
    Desde los pueblos indígenas y  afroamericanos esperamos comunidad
    * Que  nuestro modelo ancestral de asambleas comunitarias, donde el consenso se  construye entre todos y todas, pueda ser tomado de ejemplo en la construcción  de la iglesia sinodal querida por el papa Francisco.
    * Que  tengamos como Iglesia la inquietud y los ojos abiertos para dejarnos tocar y ponernos  al servicio de las comunidades y no como directivos de las mismas.
    * Que  se impulse el diálogo más allá de espacios particulares y reducidos, en la vida  cotidiana de nuestras comunidades eclesiales, siendo esta Asamblea un primer  aprendizaje para aportar un nuevo modelo de caminar juntos y de hacer y ser  iglesia.
    * Que  nos re-eduquemos para este cambio de paradigma pastoral, presencial y de  servicio que nos sitúe en salida, a la intemperie, para construir a  partir del caminar junto con los pueblos una nueva manera de leer la realidad  que nos permita corroborar los resultados de nuestros análisis con la realidad  que viven las personas, y no priorizar otras cosas.
    * Que  en esta Asamblea los pueblos indígenas tengamos la palabra, más allá de lo  virtual, desde nuestras cosmovisiones que necesitan expresarse en presencia.
     
    Desde las y los jóvenes esperamos  rebeldía
    * Que  sea tomado en cuenta el acumulado de experiencias desde la iglesia de los  pobres, desde los pueblos, desde las y los jóvenes que han hecho aportes  importantes a los procesos de liberación. Que no se ignore la larga tradición social  y política de la Iglesia de base en nuestro continente.
    * Otro  aporte importante que esperamos ver reflejado en la Asamblea Eclesial es el  trabajo del papa Francisco con los movimientos populares a nivel mundial, en  donde él enfatiza el carácter carácter mundial y ecuménico del compromiso por  un mundo mejor, no solo en lo religioso sino en este sentido de recuperar la  experiencia de organizaciones sociales que no son parte de ningún credo y que  están haciendo una labor importante de trabajo en el día a día. En el último Encuentro  Mundial con los Movimientos Populares colocó la atención en la importancia de  la lucha en contra de las grandes corporaciones que están destruyendo a los  pueblos, habló de la lucha anti-minería, de las campañas de odio a través del  uso de las tecnologías, de la urgencia de liberar las patentes de los  medicamentos ante la emergencia global por la pandemia, de acabar con el  bloqueo económico contra países, de acabar con el neocolonialismo, acabar las  guerras… se debe recuperar y emular este llamado porque es un mensaje que pone  los pies en la tierra, a partir del dolor que viven los pueblos pero también a partir  de sus reclamos y sus resistencias.
    * Hay  un conjunto enorme de problemas que nos rebasan tan solo de mencionarlos, pero  que están teniendo formas de salida en discursos políticos y religiosos  fascistas, fundamentalistas que están permeando mucho en la gente, porque ante  tanta desolación, hay una necesidad de rebelarse; pero desde los sectores  eclesiales, desde los sectores populares que tenemos una esperanza distinta  frente al fascismo, no hemos sabido contagiar nuestra esperanza, y para hacerlo  necesitamos y esperamos de la Asamblea Eclesial un carácter agitativo, rebelde,  subversivo, que deje las tibiezas, y se rebele con energía para contagiar esta  esperanza. El que haya gente que se compre ese tipo de discursos excluyentes,  no se debe a que sea tonta o sea engañada, sino a que encuentra ahí una vía de  canalizar su coraje, su rabia, su desolación. Tenemos ante ello el desafío de  poner en práctica sin medias tintas un tipo de discurso y un tipo de práctica  que acerque a los corazones a salvar a la humanidad de los grandes problemas y  a salvarla de estas opciones fascistas. 
    * Deseamos  que la Asamblea Eclesial se anime a juntar la esperanza con la rebelión, y  recupere lo fundamental del cristianismo: los vínculos comunitarios. En la  autocomprensión de los pueblos como sujetos religiosos, existe como base el  pensarnos como comunidad y esa parte es muy importante frente a una cultura  donde permean las salidas individualistas y desesperadas. Apostar a lo  comunitario, en la práctica diaria de los creyentes y no sólo en la Asamblea es  importantísimo.
    * Lo  comunitario, la esperanza, la rebeldía, la rebelión deben articularse con el  trabajo de las iglesias y las organizaciones populares.
     
    Desde las familias que buscan a sus  desaparecidos/as esperamos valor, presencia, acompañamiento
    * Que  se escuche y tome en cuenta este tema tan doloroso que padecen miles de  familias: la desaparición forzada, que es un flagelo que va en aumento en  nuestra región, convertido en una crisis humanitaria, con más de 90 mil  personas tan solo en nuestro país. Sería muy esperanzador que este nuestro  clamor se ponga sobre la mesa de la Asamblea y de las iglesias.
    * Hay  muchísimas cosas que reflexionar, como lo que vivimos día a día las familias de  desaparecidos: que la violencia va en aumento, que muchas veces los mismos  jóvenes que han sido reclutados por el crimen organizado, participan de la  desaparición de personas, que se ha normalizado la violencia.
    * Esperamos  que se rompa la pasividad de la mayoría de las iglesias en relación con la inseguridad  y la desaparición forzada, que salgan a las calles, porque la realidad está ahí  y no en los templos.
    * Que  venzamos el individualismo que nos hace solamente quedar como observadores y no  volteamos a ver qué pasa al otro a la otra, ante un sinfín de problemáticas que  visualizamos desde nuestro caminar en búsqueda, y frente a las cuales nos hemos  organizado en colectivos. Luchar por una causa más grande nos hace más fuertes.
    * Hemos  encontrado personas de fe que acompañan a las familias. Y con su presencia han  bendecido esos lugares donde buscamos a nuestros hijos e hijas y en los  pareciera que no hay vida y no hay esperanza, y sabernos acompañados nos brinda  esperanza. Pero son miles de personas desaparecidas, miles de familias en  búsqueda, por lo deseamos que las iglesias se abran al diálogo y sepan qué está  pasando.
    * Deseamos  que, como nosotras, las iglesias se indignen por las injusticias y no queden  como observadoras silenciosas. Muchos son los desafíos en este caminar, pero el  que nos afecta muchísimo más como familias en búsqueda, es la indiferencia  social o la criminalización, porque se piensa que las personas desaparecidas son  delincuentes, se les etiqueta y no se acercan a las familias para conocer sus  historias, sus vidas. Este desafío nos ha lacerado mucho, y a veces los mismos  familiares y la sociedad tienen miedo al dolor.
    * Sumado  a esto, nos enfrentamos también a la indiferencia institucional, sin  acompañamiento jurídico o psicosocial. No nos queda más que acompañarnos entre  nosotras las familias y así nos damos cuenta de todos los desafíos que tenemos  que enfrentar, frente a la apatía y la poca voluntad de las autoridades por  procurar la justicia. Deseamos que esta indiferencia no exista en las iglesias.
    * Es  muy importante también el acompañamiento espiritual, pues la fe en Dios nos ha  sostenido en la búsqueda de nuestros seres queridos desaparecidos, entre la basura  y en situaciones de riesgo. Necesitamos mucho de las personas de fe, de las  iglesias: tienen que salir a las calles y ver la realidad. Nos estamos  acostumbrando a las narrativas de violencia y desaparición y feminicidio… ¡no  debe de ser! 
    * Nuestro  clamor es un llamado a la reflexión, porque es un drama que va en aumento, son  miles de familias. De las iglesias esperamos que promuevan el amor a nuestros  semejantes, que acompañen a quienes están con este flagelo muy difícil de  sobrellevar día a día, de despertarnos sin saber qué pasó con nuestros hijos,  con nuestras hijas.
     
    Desde las y los migrantes esperamos  acogida, protección, promoción e integración
    * La  migración es un fenómeno social de escala mundial: 281 millones personas viven  en un país distinto del que han nacido. En América Latina, desde hace décadas  ocurre una guerra de baja intensidad que ha desplazado a millones y derrocado  regímenes políticos, y que es una de las causas principales de la migración  forzada: la injerencia de EUA en nuestros países. Otra es la violencia,  emparejada con la pobreza, los fenómenos naturales y el deseo de reunificación  familiar.
    * Todo  este cóctel de razones estructurales echa por tierra cualquier respuesta  asistencial, como son las "ayudas humanitarias" de Estados Unidos y organismos  internacionales, que no entienden que una ayuda sustantiva sería retirar sus  intereses geopolíticos y geoestratégicos en nuestra América.
    * Por  nuestros países transita un sujeto migrante que huye de la pérdida: de la  pérdida de tierras, de familia, de amigos, de trabajo, de seguridad… y se mete  al terreno de la sobrevivencia en el territorio nacional, siendo víctima del  crimen organizado, de autoridades de todos los niveles y de empleadores  principalmente. La trata y tráfico de personas, el secuestro y reclutamiento, la  utilización de mulas que llevan droga a Estados Unidos, tienen en las personas  migrantes un objetivo económico muy jugoso, un negocio sustancioso.
    * Esta  dramática realidad impone una respuesta distinta desde la sociedad, incluida la  Iglesia.
    * El  papa Francisco ha marcado en cuatro verbos la directriz para la pastoral  migratoria: acoger, proteger, promover, integrar al migrante. Implícitamente nos  está diciendo: no basta con el albergue que dé hospedaje y dé comida, tenemos  que proteger al migrante, con la coordinación psicológica, jurídica, el acompañamiento  pastoral, por lo que también desde los albergues, sin descontar los centros  defensores de derechos humanos, se necesita que al migrante no sólo se le  asista.
    * A  diferencia de otros sujetos sociales en conflicto claramente definidos en su  identidad, el problema con la y el migrante es que todavía no es sujeto de su  propio destino. El migrante tiene voz, pero no tiene espacio para expresar su  voz, no tiene recepción de su voz y entonces aquí está una tarea para las  iglesias: hacer el espacio para que el migrante pronuncie su voz, incidir  jurídica y políticamente para que el migrante después de un trabajo digno tenga  acceso a los demás derechos (vivienda, salud, educación, transporte,  reunificación familiar…). 
    * Sin  estas mediaciones, difícilmente el anhelo de Francisco de Roma se puede  cumplir: acogerles en un lugar seguro, proteger sus derechos, promover para  facilitarles el acceso a los bienes de la sociedad de destino e integrarles.
    * Esperamos  que de la Asamblea Eclesial y de todas las iglesias del continente, nazca el  valor y la creatividad para superar el asistencialismo, para proteger y pasar a  la incidencia política y social con el tema migrante.
     
    Desde las organizaciones sociales de  inspiración creyente esperamos una Iglesia pobre, una Iglesia pueblo
    * Por  un lado, que la jerarquía de nuestra Iglesia deje de caminar por un rumbo  distinto al de estos rostros sufrientes, que acompañe a la iglesia pueblo de  Dios que está ahí en el drama de las periferias existenciales, es una reserva  tal vez pequeña, pero ahí está en el acompañamiento, con algunos pastores  (sacerdotes y religiosas) y con el pueblo organizado que viene caminando en  diferentes procesos por décadas.
    * Sabemos  que es ambicioso y retador este llamado de los pueblos y nos asaltan dudas  porque ha habido las últimas décadas un silencio ominoso de parte de la  jerarquía de la iglesia católica ante las injusticias y, contra toda esperanza,  esperamos que algo nuevo surja de la Asamblea Eclesial, que el Espíritu se haga  presente y toque sus corazones, porque también necesitamos de esa jerarquía comprometida,  estamos carentes de ella.
    * Justo  por esta historia de desapego y de abandono por parte de la jerarquía de la  realidad de los rostros sufrientes de hoy, es por lo que nos da esperanza que  la Asamblea Eclesial apueste por una Iglesia pueblo de Dios, y que desde ahí alce  su voz y busque caminos para ir incidiendo en la Iglesia institución e ir  posicionándola en el corazón de los temas urgentes y necesarios, donde tocar  puertas acompañada de la iglesia pueblo de Dios, fortaleciéndose con y desde la  gente pobre de abajo, de las bases, para ir tejiendo sensibilidad, teniendo en  cuenta que como Iglesia aún se goza de una capacidad de convocatoria grande y que  esperamos sea encausada para fortalecer los procesos de lucha, estos procesos  de vivencia del evangelio hoy.
    * Estos  rostros sufrientes están clamando por ese acompañamiento y por ese testimonio.  En el momento más difícil de nuestra  historia, esperamos que la institución eclesial esté a la altura del desafío.
     
    Desde los pueblos en defensa de la  tierra esperamos testimonio profético
    * Enfrentamos  hoy más que nunca la dinamitación del tejido social en nuestros pueblos, donde  las empresas extractivas implementan todo su poder político y económico,  dividiendo familias y a la comunidad, provocando inseguridad con amenazas,  campañas de desprestigio contra nuestro trabajo, con la complicidad de los tres  órdenes de gobierno y muchas veces de la misma Iglesia que invisibiliza el  impacto de la población por medio catequistas y mayordomos a quienes las  empresas dan regalías para crear un ambiente de represión hacia quienes se  oponen a la explotación de recursos.
    * Por  ello esperamos que el papel de la iglesia, no sea más de omisión o  complicidad, sino de valentía y solidaridad siendo fieles al mensaje del papa  Francisco en la Laudato Si'.
    * Esperamos  que la iglesia no sea más canal de discriminación de los pueblos que se oponen  a la minería a cielo abierto que el papa Francisco ha declarado que atenta  contra la creación y el cuidado de la casa común.
    * Esperamos  que la Iglesia se una a los procesos organizativos de los pueblos contras los  proyectos extractivistas, que nos acompañe, que defienda la madre tierra, que  dé testimonio profético ante los proyectos de muerte y destrucción.
     
    Desde una perspectiva ecuménica  esperamos un diálogo que nos acerque a las periferias existenciales de la  humanidad
    * Que  la Iglesia católica trascienda el ecumenismo jerárquico, con gusto por el café  y la fotografía, pero que no pasa de aquellos momentos devocionales y otros muy  particulares que no permean a las bases y debilita el papel profético de la Fe  (con mayúscula).
    * Que  la Asamblea Eclesial haga eco al papa Francisco al hablar de tres diferentes  formas de ecumenismo: el ecumenismo de la sangre desde el que compartimos  mártires comunes, el ecumenismo del pobre como una causa común desde las  diferentes denominaciones y finalmente, el ecumenismo de la misión, del  servicio, del trabajo conjunto para el testimonio de la fe.
    * Que  se evite el ecumenismo del odio, donde el fundamentalismo de algunas expresiones  religiosas y el integrismo de la iglesia católica romana se hermanan en causas  para descalificar la diversidad, la complejidad, incluso a las personas  marginadas.
    * Esperamos  un diálogo ecuménico que abone al compromiso eclesial compartido con las  periferias del mundo. Para ello necesitamos educar y reeducarnos, desde una  pedagogía que nos permita desaprender para poder aprender la Buena Nueva de una  esperanza rebelde, presente en la insurrección de Jesús de las sombras de  muerte, quien al levantarse de entre los muertos, invita a sus discípulos a  hacer lo mismo para la transfiguración del mundo en el Reino, para impulsar el  amor al prójimo con mayor nitidez.
    * En  este escenario que vivimos en el mundo actual, han nacido, más allá de nuestras  sesudas convicciones denominacionales, espacios ecuménicos interdenominacionales  para acompañar las causas de las víctimas, en articulaciones con resultados  alentadores. No se renuncia a nuestras convicciones denominacionales, sino que  las hemos reservado, priorizando la causa de sobre todo mujeres que están en  búsqueda de sus seres queridos desaparecidos. En este sentido, esperamos que  desde la Asamblea Eclesial y las todas las iglesias se reconstruya lo que hemos  concebido hasta el momento como ecumenismo, para superar la lógica jerárquica y  poder encontrarnos mediante una nueva pedagogía, un ecumenismo de base, más  profético en donde dispongamos y pongamos en práctica como prioridad este  testimonio de amor al prójimo, de responder a la interpelación de las víctimas,  de ver juntos la realidad y el testimonio profético de las madres en búsqueda,  que interpelan no sólo a las autoridades, sino también a las diferentes instancias  de fe.
    * ¿Cómo  pensar, cómo explorar un ecumenismo liberador, profético, de base? Mediante una  gran disposición, pero sobre todo priorizando las causas de los pobres, por  sobre nuestras convicciones denominacionales. Hay que deconstruir, descentrar,  demoler estas comprensiones del ecumenismo que tenemos hasta la fecha en todas las  partes, para reconstruir una nueva visión profética y liberadora.
    * Parte  de esta deconstrucción, implica un espíritu crítico de la propia confesión  religiosa (autocrítica), para quitar el exclusivismo religioso que nos ha  dañado tanto. 
     
    Desde las mujeres esperamos ser  protagonistas de nuestras luchas y nuestras iglesias.
    * Cuando  se habla de las mujeres, resulta que somos la mitad del mundo, y esa mitad del  mundo, muchas veces no es tomada en cuenta.
    * Por  ello esperamos una Iglesia que se comprometa a que ninguna pase la vida,  intentando reconstruir a la mujer que le rompieron: todos los días en todo el  mundo se rompen a las mujeres.
    * Deseamos  que ninguna tenga que llorar en secreto para que un hombre siga siendo  recompensado en público.
    * Que  nadie nos obligue a mirar a las otras con prejuicios y a actuar en contra de  ellas.
    * Que  seguir nuestra vocación no sea un premio para después, sino un derecho para el  ahora, cualquiera que sea nuestro tiempo.
    * Que  nadie nos impida sentir, vivir y hablar de Dios, lo divino es también nuestra  experiencia.
    * Que  en las Iglesia se supere la comprensión de que las mujeres hemos nacido para  ser serviciales, atentas, porque cuidamos y nos dicen eso es maravilloso. La  mayoría de los jerarcas católicos tienen esa visión de la mujer como doméstica.  Esa no es nuestra identidad.
    * Las  mujeres somos cuidadoras de vida. Se oye precioso, pero a costa de qué, a costa  de todo, dejamos en los otros todo lo que somos. Se dice que eso es natural. No  hay mayo falacia que eso, no es natural, sino aprendido. 
    * Pero  los hombres también han sido construidos ellos no nacen, se hacen; y de igual  manera se les entrena para que sean todo lo que son: para que manden, para que  sometan, para que violen… todo eso se los enseñaron, lo aprendieron y lo viven  todos los días, y también lo consideran natural. Deseamos una Iglesia que  desnaturalice estas comprensiones, que desaprenda el patriarcado, y construya  relaciones diferentes entre hombres y mujeres.
    * Uno  de los mayores desafíos al pensar que la Iglesia debe estar formada por hombres  y mujeres por igual, se da al mirar los puestos que las mujeres ocupamos en la institución  eclesial: en el Vaticano y en nuestras iglesias. La mayoría son de servicio  doméstico y administrativos. Y en puestos de decisión son solo 9. Son puestos  importantes sí, que el papa ha dado a las mujeres y que nunca habían ocupado  mujeres. Se ve como magnífico, pero nos preguntamos en qué manera está  cambiando la comprensión de la iglesia sobre los prejuicios de género.
    * Esperamos  que como Iglesia nos atrevamos a leer el evangelio con ojos, mente y corazón de  mujer. 
    * Que  se transforme la formación de los seminaristas, porque están formados para ser  unos patriarcales y clericales, para tener el poder, para ejercerlo  autoritariamente. También deseamos que se deconstruya el concepto de la  vocación como un llamado privilegiado para ese poder.
    * Queremos  una Iglesia que dé a sus aspirantes al sacerdocio una formación seria en el  terreno sexual, para que dejen de sentir que en cualquier momento pueden poseer  a una mujer, sea monja, casada, soltera, divorciada. Y que los varones  consagrados no se sientan con derecho de hacer de los niños sus objetos  sexuales. 
    * Si  esto no cambia en la Iglesia, esa Iglesia se va a caer. Las iglesias las llenan  las mujeres. Este tiempo de la pandemia puso en crisis a las iglesias porque se  vaciaron de gente y no hubo limosnas, pero si las mujeres se pusieran en huelga  y abandonaran las iglesias, dejaran de ir, las iglesias se caen, ellas son  pilares de las iglesias, las sostienen. Muchas mujeres ya lo han hecho, se han  salido de las iglesias, porque ya no les dicen nada, por el comportamiento de  los varones y ese patriarcado que hemos aprendido todas y todos.
    * Las  mujeres hemos descubierto las raíces de esa realidad, y hemos empezado a ser  libres, primero con miedo y con dolor al descubrir y tomar conciencia que se  nos ha convertido en objeto. Pero al tomar decisiones y nuestra propia vida,  miramos el patriarcado en la jerarquía de la iglesia, y no queremos sostener  más esa estructura.
    * Hoy  estamos invitados e invitadas como iglesia a tener una nueva manera de vivir y  de comportarnos, a hacer una cosa circular, pero nos cuesta creerlo, ¿qué tan  circular podemos ser en este modelo jerárquico?
    * Se  nos ha dicho a las mujeres que por el bautismo somos sacerdotes, profetas y  reinas. Pero cuando queremos ejercer el profetismo, se nos dice que no, cuando  queremos ejercer el sacerdocio, no se nos permite, y cuando queremos ejercer el  gobierno, tampoco. El bautismo nos llena de posibilidades, pero hay que romper  los muros que nos las impiden.
    * Cuando  vemos que en México se mata a 11 mujeres al día por ser mujeres, y el odio que  sienten a veces los varones por las mujeres al grado de matarlas, vemos ahí un  desafío para las iglesias, que catalogan los feminicidios como inventos,  exageraciones. Hay una tarea importante qué trabajar desde y como Iglesia.
    * ¿Cómo  nos imaginamos una vivencia de las mujeres en la iglesia de este nuevo milenio?
    o    Será  una mujer que experimenta vivir la iglesia como un recurso excelente para su  vida, porque ésta ya desmontó en su interior el mito de la superioridad  masculina como el fin de un mundo binario: el de una realidad dual antagónica,  fin de los complementos de género; en esa iglesia desapareció la dominación que  toma como pretexto el sexo. Será una iglesia en que todavía encontrará algunos  y aún algunas que se aferran a vivir de la identidad femenina-masculina del  siglo XX, como único significado existencial, pero que mayoritariamente habrá  logrado modificar esa conciencia y además, será ejemplo de relaciones más  humanas entre hombres y mujeres; las mujeres serán tomadas en cuenta no como  mujeres sino como sujetos; habrá logrado dar el paso a estructuras de justicia  igualitaria como coherencia evangélica. Esa iglesia será de aquellas instituciones sociales en que destacan con más  viveza las prácticas democráticas como fermento de vida social y política para  las sociedades. Ya no más será instrumento para el sometimiento de las gentes a  los gobernantes.
    o    Se  encontrará en una iglesia que mayoritariamente será conducida no por clérigos  sino por seglares, mujeres y hombres. Los clérigos habrán abandonado su  posición sacral porque a nombre de lo sagrado dejaban de ser humanos en muchos  aspectos y también en el sentido de actuar a nombre de Dios; esa Iglesia ya no  se sentirá dueña y controladora de Dios. Su actitud será más humilde porque  conociéndose limitada contribuirá sencillamente con otras religiones, con los  hombres y mujeres de todo el mundo a construir mejores realidades.
    o    La  iglesia se considerará como comunidad humana genéticamente ligada al conjunto  del cosmos que nos invitará a revisar el sistema de valores y a reemplazar las  ideas jerárquicas del universo por una concepción de interdependencia a todos  los niveles de la existencia, ligados a un destino común como humanidad, y  llamados a salvarnos conjuntamente.
    o    Esa  mujer actuará en el espacio eclesial que ha logrado reformular su propuesta a  la sociedad, iglesia que ha bajado de la cruz a los pobres, que no hace del  sufrimiento su eje central, que contribuye a llevar una auténtica buena nueva a  los oprimidos por la contribución solidaria a mejorar su vida cotidiana. Una  iglesia que ha roto el círculo vicioso de responder de acuerdo a lo que el  pueblo vive y siente cuando fue la misma iglesia quien le llevó a esa  situación. Considerará el pluralismo como base de una auténtica unidad.
    o    Esa  mujer cristiana encontrará en la iglesia en primer lugar una actitud de amor  misericordioso, no de condena. Se habrá eliminado el enfoque biologicista que  la Iglesia tiene de las mujeres. Esa mujer se animará a elaborar una teología  –al lado de muchas otras– en que ella se vea más interpretada, más cercana a  Dios: considerará a Dios como Misterio, como presente en lo humano, como es el  misterio mismo de lo humano, para rebasar aquellas concepciones que imaginan a  Dios exclusivamente como lo masculino.
    o    Participará  en la reformulación de una nueva ética que entre otros aspectos considere la  sexualidad, el gozo como algo positivo y será promotora de nuevas liturgias.  Será un día coordinadora de su iglesia local. Esas iglesias locales que se  reúnen para alabar a Dios por las riquezas encontradas, experimentadas,  animadas por Dios liberador de toda realidad.
    o    Esa  mujer continuará contribuyendo solidariamente a la superación de todos los  miedos de donde surjan y de la eliminación de todas las esclavitudes,  presiones, injusticias, dolores, sufrimientos que almacena la humanidad.  Recordará con gratitud y amor los orígenes del cristianismo como liberador de  las mujeres y el por qué muchas mujeres del mundo greco-romano querían ser  cristianas al sentirse tomadas en cuenta como iguales en aquellas primeras  comunidades cristianas que trataban sinceramente de hacer vida el evangelio.
    o    Observará  cómo terminó el miedo que la humanidad de los pasados milenios tuvo a lo  femenino porque expresaba las fuerzas de la vida que son oscuras, inmensas,  seductoras, unas veces silenciosas, otras ruidosas que parecen escapar al  control de la razón pero que son temidas por su grandeza. La humanidad en sus  dimensiones femenina y masculina se habrá reconciliado consigo misma.
    o    Esperamos  que así y mejor sea.
    (Fuente: Leonor Aída Concha hss, La mujer en la Iglesia del presente  milenio, 2011)
     
    Desde el corazón esperamos una Iglesia  que no se salve al margen del mundo
    Estamos marcados por un clima de  violencia, de violencias que nos imponen el gran desafío de pensar hoy una  manera distinta en la que la dimensión espiritual de la vida pueda cambiar el  mundo.
    Mucho tiempo se ha criticado a las  iglesias en general porque prometen un mundo muy bonito en otra vida. Ahora  estamos en un momento urgente en el que esa vida plena del evangelio sea  afirmada hoy, cuando entre la juventud, hay una gran parte de ellos que deciden  no vivir por mucho tiempo, prefieren vivir poco pero bien y se alistan a los  grupos del narcotráfico y mueren muy jóvenes. Hemos llegado a momentos tan  innombrables e indescriptibles de la vida humana, en que, a pesar de tanto  progreso tecnológico, la gente muere por una gripe, porque no llegan las  vacunas. ¿Cómo es posible que estemos tan marcados por la muerte, a pesar de  que se haya aumentado la expectativa de vida, por la violencia?
    Estamos en un momento en el que las  cosas indecibles las tenemos que revertir en el sentido de desatar la esperanza  por la vida, pero una esperanza que esté relacionada con una promesa de vivir  aquí y ahora, del gusto por vivir la vida, por sostenerla y luchar en ella. Urge  retomar esa esperanza de que seamos mártires porque vivimos y no porque morimos.  
    Urge afirmar la vida de manera  comunitaria, que es un lazo clave que nos ayuda a encontrar que la solución de  las contradicciones y de los problemas y del acumulado de cosas, se puede  resolver solo en comunidad.
    La Asamblea Eclesial ha hecho  confluir una diversidad de experiencias a lo largo y ancho de Nuestra América,  que se congregan con temáticas comunes y con respuestas diferentes. Deseamos  que pueda llegar a un consenso para poder construir un mundo diferente sin  perder esta esperanza y donde como ha querido el papa, las y los protagonistas  sean primero el pueblo y de último los obispos y el papa.
    Esperamos que la nueva experiencia eclesial  que nazca de este Encuentro sea de contacto y de contagio, de estar en la  realidad para poder ver la infinidad de tejidos donde se mezclan todas las  problemáticas en un contexto particular, desde donde podemos y debemos afectar.
    Esperamos que se siembre y cultive la  capacidad de escucha permanente. Que el otro y la otra se sientan escuchados y  atendidos
    A las y los participantes de esta  Asamblea Eclesial de América Latina y Caribeña, les acompañamos, les  interpelamos y les decimos, en palabras del entrañable poeta uruguayo:
     
    No te quedes inmóvil 
  al borde del camino 
  no congeles el júbilo 
  no quieras con desgana 
  no te salves ahora 
  ni nunca 
  no te salves 
  no te llenes de calma 
  no reserves del mundo 
  sólo un rincón tranquilo 
  no dejes caer los párpados 
  pesados como juicios 
  no te quedes sin labios 
  no te duermas sin sueño 
  no te pienses sin sangre 
  no te juzgues sin tiempo 
  
  pero si 
  pese a todo 
  no puedes evitarlo 
  y congelas el júbilo 
  y quieres con desgana 
  y te salvas ahora 
  y te llenas de calma 
  y reservas del mundo 
  sólo un rincón tranquilo 
  y dejas caer los párpados 
  pesados como juicios 
  y te secas sin labios 
  y te duermes sin sueño 
  y te piensas sin sangre 
  y te juzgas sin tiempo 
  y te quedas inmóvil 
  al borde del camino 
  y te salvas 
  entonces 
  no te quedes conmigo.
      
     
        Desafíos y esperanzas vertidas en la Mesa de Diálogo:  La Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. Desafíos y esperanzas desde  los pueblos en lucha, realizada el 18 de noviembre de 2021, con la  participación de Secretariado Social Mexicano, Centro Nacional de Ayuda a las  Misiones Indígenas, Fundación Don Sergio Méndez Arceo, Iglesia Anglicana de  México, Casanicolás Casa del Migrante, Colectivo Uniendo Esperanzas, Jóvenes  ante la Emergencia Nacional, Mujeres para el Diálogo, Unificación de Pueblos y  Colonias contra la Minería en Morelos, Servicio Internacional Cristiano de  Solidaridad con América Latina "Mons. Oscar Arnulfo Romero", Convida20 Alianza  Global… y más.