jueves, 2 de abril de 2020

[ppierre] Ser cristiano hoy

S E R C R I S T I A N O H O Y , Pedro Pierre.

12 de febrero 2020

En estos tiempos de caos bastante generalizado es bueno volver a lo esencial y para los cristianos tener claras unas ideas fundamentales. ¿Cómo precisar la identidad del cristiano de hoy? Por mi opción de vida diré que “ser cristiano hoy es, a la manera de Jesús de Nazaret, construir la fraternidad, fomentar la belleza en todas partes y comulgar con la verdad del misterio que nos abraza a todas y todos”.

Primero ‘construir la fraternidad’. Hemos nacido por una dinámica de amor, pues la creación y la sexualidad son habitadas por el amor. El amor es nuestra esencia y nuestra meta permanente. Por eso la maldad es la ausencia y la destrucción de la fraternidad. Nuestro mundo padece de fraternidad. Por eso Jesús nos dio un solo mandamiento: “¡Ámense los unos a los otros!”, es decir, únanse para construir la fraternidad. El Reino inaugurado por él es sobre todo fraternidad.

Luego ‘fomentar la belleza’. Nos hemos alejado demasiado de la naturaleza, por eso hemos perdido el rumbo de la felicidad. “Eres tierra: Enraízate, crece y da. Eres agua: llora, limpia y fluye. Eres aire: Sé calmado, enfocado y decidido. Eres fuego: Quema, ilumina y enciende”. Regresemos a nuestra matriz: somos hijos e hijas del cosmos. Desarrollemos los 4 elementos que nos constituyen. No era por gusto que Jesús hablaba en parábolas sacadas de la misma naturaleza para que regresemos a la fuente de toda belleza: la naturaleza, el cosmos con el que somos una sola unidad con el mismo destino, su destino.

En fin ‘comulguemos con la verdad del misterio’. A este misterio que nos abraza le hemos dado todos los nombres divinos que inventamos todos los pueblos del planeta: “el Dios de los múltiples nombres”, y todavía no terminamos de conocerlo, de sintonizar con él a pesar de que este Misterio es el alma de nuestra alma. Por eso dice el libro del Génesis: ‘Dios sopló sobre una imagen de barro’, que iba a ser el primer ser humano: Somos el ‘soplo’ de Dios. Allí está la semilla de toda verdad, la raíz de nuestra identidad, esta fuerza de vida y de amor que nos abraza y no escapa a la vez. Por eso a Jesús, por lograr ser plenamente humano, tan humano, lo identificamos con Dios. Él tuvo la osadía de decir: “¡Yo soy el camino, la verdad y la vida!”. Pero, ¿nos dedicamos a comulgar con esa verdad,
ese Misterio, esa intimidad nuestra más íntima que nosotros mismos?

‘A la manera de Jesús de Nazaret’. Entiendo que todas las religiones van por estos tres objetivos: la
fraternidad, la belleza y la verdad. Los Indígenas y los Negros han de andar estos caminos desde sus religiones, cultos y cosmovisiones. Por caminar tras Jesús de Nazaret, he descubierto tres maneras de seguir a Jesús: en comunidad, por el Reino y mediante el culto. Jesús nos llama personalmente a seguirlo en comunidad. Tenemos que integrar comunidades tal como comenzó haciéndolo el mismo Jesús y tal como comenzaron también los primeros cristianos. El Reino es la meta y el camino de estas comunidades. Pues Jesús vino para el Reino. Fuera de construir el Reino, las Iglesias no tienen sentido ni necesidad de existir: nos engañan. El Reino está hecho de nuevas relaciones con un mismo: la dignidad; con los demás: la fraternidad y la justicia; con la naturaleza: la armonía; y con Dios: la comunión. El culto que colectivamente tenemos que rendir a Dios es juntos ofrecernos dignos, fraternos, justos, unidos a todo el cosmos, en la palma de la mano divina. Así entiendo el seguimiento de Jesús a pesar de todas las limitaciones y maldades que invaden mi caminar, personales y ajenas.

Todo esto no es más que cumplir con nuestro bautismo. Allí se nos marcó para siempre con aceite crismal: “¡Tú eres profeta, sacerdote y rey-pastor, para la eternidad!”, revelándonos nuestra triple misión, individual y colectivamente. Somos profetas cuando, en palabras y hechos, por una parte, denunciamos lo que destruye el Reino y por otra anunciamos lo que lo construye. Somos sacerdotes cuando nos ofrecemos como pueblo digno, fraterno, justo, alegre y feliz, en la casa y en la calle, en la comunidad y en las luchas, en el silencio y en la fiesta. Somos reyes-pastores cuando nos organizamos para dejar de ser una masa sin rumbo para ser familia, comunidad y pueblo
consciente, unido y valiente.

Así entiendo lo esencial de mi fe y de mi manera de ser cristiano siguiendo a Jesús como a tantos héroes y mártires de ayer y de hoy: Proaño y Tránsito, Romero y Berta, Gandhi y Domitila, King y Consuelo, Che y Greta… aportando con ellas y ellos mi granito de arena para un mundo mejor.


Buena lectura.

Abrazo fraterno,
Pedro Pierre.

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